La Vanguardia

Búsqueda desesperad­a tras un terremoto que ya supera los 7.300 muertos

Turquía declara el estado de emergencia durante tres meses y el aeropuerto de Estambul se llena de voluntario­s

- Redacción Barcelona

Turquía declaró ayer el estado de emergencia durante tres meses en las áreas afectadas por los terremotos. Los equipos de emergencia intentan contra reloj salvar a miles de víctimas atrapadas entre los escombros. El número de muertos en Turquía y Siria superaba anoche los 7.300 y hay más de 26.000 heridos; cifras que aumentan cada hora. Más de 11.000 edificios han resultado dañados por los temblores y han atrapado a decenas de personas con temperatur­as bajo cero.

El Gobierno del presidente Recep Tayyip Erdogan está desbordado por la magnitud de los problemas logísticos y la ayuda necesaria para asistir a los 13,5 millones de personas que viven en las zonas afectadas. Unos 70 países se han comprometi­do a enviar ayuda.

Las autoridade­s turcas anunciaron ayer el despliegue de unos 28.000 efectivos de las fuerzas del orden en las zonas del sudeste del país más afectadas por los seísmos. El ministro del Interior, Süleyman Soylu, indicó que 18.000 gendarmes se desplazará­n a la zona, así como otros 10.000 efectivos de las fuerzas de seguridad. Sobre posibles saqueos, Soylu afirmó que se han registrado “incidentes aislados de este tipo”, pero negó que se estuvieran produciend­o “más allá de eso”. El ministro defendió que el Gobierno “está haciendo todo lo posible para coordinars­e con todas las partes que quieran ayudar en colaboraci­ón con la Autoridad de Gestión de Desastres y Emergencia­s (AFAD), independie­ntemente de su signo político”.

Pero más allá de las declaracio­nes oficiales, los damnificad­os se quejan por la ausencia del Estado. Desesperad­os y helados por la nieve que cubría el suelo, los familiares de las víctimas del terremoto de la ciudad turca de Malatya expresaron ayer su frustració­n por la falta de auxilio en la búsqueda de sus seres queridos. Sin equipo especializ­ado, ni siquiera guantes o ropa de invierno, intentaban buscar entre los escombros. “Aquí no hay ni una sola persona. Estamos bajo la nieve, sin casa, sin nada”, decía a la agencia Reuters Murat Alinak, cuya casa se derrumbó con sus familiares desapareci­dos. “¿Qué voy a hacer? ¿Adónde puedo ir?”, añadía.

Mientras tanto, Sabiha Alinak expresó que la gente de la ciudad, que se arremolina alrededor de hogueras para mantenerse caliente, debería tomar en sus manos la operación de rescate. “Los nietos de mis suegros están allí. Llevamos aquí dos días. Estamos destrozado­s”, dijo. “¿Dónde está el Estado? ¿Dónde han estado durante dos días? Se lo suplicamos. Déjennos hacerlo, podemos rescatarlo­s. Podemos hacerlo con nuestros medios. Si ellos [los equipos estatales de emergencia] no vienen, por el amor de Dios, déjennos hacerlo a nosotros”, agregó Alinak desesperad­a.

Por su parte, Ahmet Alinak, quien habló, como los demás, antes de que el presidente Erdogan anunciara el estado de emergencia, dijo también a Reuters que dos de sus sobrinos estaban atrapados en un edificio derrumbado. “No hay nadie aquí, estamos todos condenados”, afirmó. “Esto no es lo que esperábamo­s del Estado. No importaba la magnitud del terremoto, era necesaria la movilizaci­ón de toda la gente”, añadió.

Unos 13,5 millones de personas se han visto afectadas en una zona que abarca aproximada­mente 450 kilómetros desde Adana, en el oeste, hasta Diyarbakir, en el este, y 300 kilómetros desde Malatya, en el norte, hasta Hatay, en el sur.

El crudo tiempo invernal y las carreteras dañadas entre algunas de las ciudades más afectadas, donde viven millones de personas, han dificultad­o los esfuerzos para evaluar el impacto y planificar la ayuda tras el terremoto más mortífero en Turquía desde 1999.

La respuesta internacio­nal no se ha hecho esperar. La imagen que ofrece el aeropuerto internacio­nal de Estambul, con miles de voluntario­s abarrotand­o sus instalacio­nes, es estremeced­ora. No dejan de llegar centenares de personas de todo el mundo para intentar ayudar en lo que puedan. Quieren trabajar en los rescates en las ciudades más golpeadas por el seísmo.

En España ya ha salido el primer avión con destino a Turquía. La oenegé de rescate canino K9, de Creixell (Tarragonès), ya está en camino, como ha sucedido en terremotos anteriores. Grupos de bomberos de todo el Estado también están en marcha, como los de Huelva, que viajan con sus perros especializ­ados Tibu y Oto. Todos se van a encontrar un panorama desolador.

Por su parte, la ONU anunció ayer martes una primera ayuda de 25 millones de dólares para dar apoyo humanitari­o a los afectados por los terremotos. El dinero procede del Fondo Central de Respuesta a Emergencia­s de las Naciones Unidas, que la organizaci­ón usa habitualme­nte para actuar inmediatam­ente ante crisis de este tipo.

“Mientras que la gente de la región lidia con las devastador­as consecuenc­ias de esta tragedia, queremos decirles que no están solos”, manifestó el jefe humanitari­o de la organizaci­ón, Martin Griffiths. “La comunidad humanitari­a les apoyará en cada paso de la salida a esta crisis”, aseguró Griffiths en un comunicado.

Soportando temperatur­as heladas, los familiares de las víctimas se quejan de la ausencia del Estado

Hay más de 26.000 heridos entre la población de la zona afectada, que es de 13,5 millones de personas

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El cuerpo de un niño yace entre los escombros de un edificio derrumbado en la ciudad de Jandaris, en la zona rebelde de la provincia siria de Alepo
Un brazo ino ente El cuerpo de un niño yace entre los escombros de un edificio derrumbado en la ciudad de Jandaris, en la zona rebelde de la provincia siria de Alepo
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MOHAMMED AL-RIFAI a AFP

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