La Vanguardia

Terremoto devastador

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Turquía y siria sufrieron en la madrugada del lunes un terremoto devastador, de 7,8 en la escala de richter, seguido de sucesivas réplicas de intensidad también muy alta. el balance de víctimas ya era ayer muy elevado: superaba los 7.000 fallecidos, con decenas de miles de heridos. Pero todo indica que esas cifras pueden incrementa­rse en las próximas horas, toda vez que los edificios que se han desplomado debido al temblor se cuentan por millares, y que las tareas de desescombr­o y salvamento de supervivie­ntes, aún sepultados bajo los restos de sus antiguos domicilios, tienen todavía mucho camino por recorrer y se desarrolla­n en una angustiosa carrera contrarrel­oj.

A la magnitud de la tragedia se añaden unas condicione­s de rescate particular­mente duras, porque se dispone de medios insuficien­tes, pese a que hasta setenta países han enviado equipos de ayuda humana y material, y porque se desarrolla­n en condicione­s meteorológ­icas adversas, marcadas en estos días por el frío e incluso la nieve.

No puede decirse que nada de lo ocurrido haya sido una sorpresa. Turquía es un país muy expuesto a la actividad sísmica, atravesado por dos grandes fallas, la del norte de Anatolia y la del este de esta península. en los últimos cien años se han registrado allí medio centenar de seísmos de alta intensidad, que han dejado no menos de 80.000 víctimas mortales. entre ellos destaca, en tiempos recientes, el de 1999 en izmit, que ocasionó unas 17.000 víctimas. cuesta predecir las fechas de los próximos terremotos. Pero en ciertas áreas puede tenerse por seguro que, tarde o temprano, volverán a producirse.

las maneras de combatir estos fenómenos naturales tienen una efectivida­d limitada. Pero existen. las dos principale­s tienen que ver con la calidad de la construcci­ón de los edificios y, por otra parte, con un entreno de la población con el objeto de que, ante la primera alarma, se proceda al desalojo ordenado de las viviendas. los seísmos pueden demostrar toda su capacidad destructor­a en su primera sacudida. Pero, en ocasiones, los primeros avisos, de intensidad inferior a los que tienen mayor capacidad de destrucció­n, no se atienden debidament­e.

los casos de Turquía y siria son, ciertament­e, diferentes. el epicentro del primer terremoto de la madrugada del lunes se localizó en la vertical de Gaziantep, al sur de Turquía, cerca de la frontera norte siria. Y ha tenido afectación en ambos países. Pero mientras Turquía es un país relativame­nte próspero, con importante­s crecimient­os en los últimos años (un 9% en el 2021), siria es un país en ruinas, martirizad­o por la guerra civil desde hace doce años, con un tercio de la población en el exilio o desplazada y con recursos que no alcanzan al grueso de los suyos más que para la mera supervivie­ncia. el modo en que un país y otro pueden afrontar o prevenir este tipo de catástrofe­s es bien distinto.

Turquía, cuya industria de la construcci­ón se ha desarrolla­do mucho en los últimos años, y que mantiene además vínculos con el poder político, ha implementa­do códigos para lograr edificios resistente­s a los movimiento­s sísmicos. Pero todo indica que no se respetan como sería debido. Algunos expertos en construcci­ón de los países occidental­es no dudan en precisar, viendo las imágenes de los derrumbes, las diversas deficienci­as de construcci­ón de los edificios caídos, a menudo atrapando en su interior a ciudadanos para los que son ahora su tumba.

las catástrofe­s naturales suelen ser, en buena medida, inevitable­s. Pero las autoridade­s y la ciudadanía deben preguntars­e siempre, ante este tipo de cataclismo­s, si se hizo todo lo humanament­e posible para atenuar sus efectos. No parece que este haya sido el caso. c

El entreno ciudadano y una arquitectu­ra antisísmic­a, claves para atenuar las catástrofe­s

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