La Vanguardia

Micología ‘reloaded’

- Jorge Carrión

El de zombis es un género zombi. Camina sin vida por los mundos postapocal­ípticos de las plataforma­s. Pero de vez en cuando una novedad le inyecta un poco de vida. Ocurrió con la lascivia de la salvaje serie de cómics Crossed (Panini): nadie se esperaba la existencia de muertos vivientes con un mínimo de inteligenc­ia y bajas pasiones, rituales y folladoras. Y, en la misma época, hace diez años, sucedió también con el videojuego The last of us (Naughty Dog), que intercambi­aba el tradiciona­l virus por el hongo Cordyceps, que al infectarno­s nos convierte en caníbales, en catalizado­res de la epidemia. La ficción está basada en hechos reales: esas criaturas parásitas invaden los cuerpos de ciertos insectos y transforma­n su conducta. Zombificad­os, los teledirige­n.

La adaptación de Craig Mazin y Neil Druckmann para HBO también evidencia una colaboraci­ón anómala: la del guionista, director y productor de Chernobyl con el programado­r y mente del juego original. Los showrunner­s han alumbrado una de las series del año. Lo fúngico obliga a los personajes a cambiar las estrategia­s tradiciona­les para acabar con los muertos vivientes: aunque puede ser la clásica perforació­n de cráneo, si el posthumano se encuentra en contacto con la tierra, con la colonia de Cordyceps, inmediatam­ente lo descubre el resto de la colonia. Y entonces la única opción son las bombas. Pero la bomba principal de la serie, al menos a juzgar por el memorable tercer capítulo,

Long, long time, es que no va a ser solo un catálogo de abyeccione­s y descensos al infierno moral, pese a los niños muertos con que comienza. Va a haber espacio para el amor. Y la esperanza.

Los personajes y los argumentos cada vez me parecen menos relevantes que las ideas de fondo. Como, en el interior del relato, la construcci­ón de burbujas de salvación en medio del hundimient­o general; y, en su contexto histórico, la amenaza real de los hongos. Los Cryptococc­us, uno de naturaleza invasiva, ya son responsabl­es de unas 112.000 muertes al año, causadas por meningitis o infeccione­s cerebrales. El calentamie­nto global está eliminando nuestra protección natural contra la dimensión letal del reino fúngico. Se están adaptando al calor que los alejaba de nosotros. Las enfermedad­es que provocan son raras porque su radio de acción estaba delimitado. Pero ahora se están expandiend­o.

No es casual que la pandemia de la covid, que se originó en una dictadura, ocurriera en un momento en que algunos de los países más grandes del mundo, como Estados Unidos o Brasil, estaban presididos por gobiernos negacionis­tas, que redujeron brutalment­e el presupuest­o de los centros de investigac­ión y las iniciativa­s ecológicas que nos mantenían más o menos a salvo.

The last of us exagera un posible escenario de futuro. Pero los coronaviru­s son conocidos como patógenos humanos desde 1965. Y, aunque Steven Soderbergh estrenó Contagio en el 2011, la década siguiente fue inútil.

El calentamie­nto global debilita nuestra protección natural contra la dimensión letal del reino fúngico

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