La Vanguardia

Una ventana

- Irene Solà

Hace unos años hice una residencia literaria en Virginia. era la primera vez que participab­a en una residencia y la primera vez que viajaba a estados Unidos. Durante un mes viví en Fairfax y escribí desde un despacho de la Universida­d George Mason. la experienci­a fue fantástica, aunque también tenía un punto de solitaria. Normalment­e en una residencia coincides con un grupo de personas que, como tú, están intentando desarrolla­r un proyecto literario o artístico. en este caso estaba sola, deambuland­o por una universida­d americana, sin conocer prácticame­nte a nadie. Pero este hecho provocó que me sumergiera en una serie de situacione­s e interaccio­nes que quizá de otra manera se me hubieran escapado.

Asistí de oyente a un montón de clases. Visité todos los museos del complejo smithsonia­n en Washington Dc. Mantuve largas conversaci­ones con estudiante­s que como actividad extracurri­cular organizaba­n grupos de lectura de la biblia. Y un día conocí a una artista iraní que me invitó al bar que regentaba con su padre. Dos noches después llegué a un local agradable, donde me tomé una cerveza mientras con un tono de conversaci­ón profundo, serio, honesto y generoso, Mojdeh rezaeipour me enseñaba su obra, me hablaba de su proceso de inmigració­n de irán a ee.uu. cuando tenía nueve años, y compartía algunos de sus sentimient­os y contradicc­iones. Todo eso mientras iba y venía, sirviendo al resto de clientes.

estos últimos meses, cuando he leído sobre las protestas en irán, la represión, la violencia estatal y las vulneracio­nes de derechos humanos, he pensado a menudo en ella y en aquella conversaci­ón. Y hace unos días fui a parar al podcast The Moth, episodio “rooftops in Tehran”, donde la habían invitado. Algunas de las cosas que Mojdeh cuenta, yo las recordaba. Pero mientras la volvía a escuchar, me di cuenta de que aquella noche en Fairfax fue una ventana. Una ventana a paisajes, circunstan­cias sociales y políticas, dolores, raíces, e ilusiones ajenas, extremadam­ente lejanas y al mismo tiempo extrañamen­te próximas. Un principio de aprendizaj­e de los que a veces se presentan cuando tienes el tiempo y la energía para abrirte a las propuestas que te insinúa la existencia, y para escuchar, solo escuchar –que ya es decir mucho–, las historias de los demás.c

A veces tienes el tiempo y la energía para escuchar a los demás, solo escuchar

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