La Vanguardia

Somos mejores

- Fèlix Riera

La mayoría de las noticias y las posteriore­s opiniones que se vierten sobre su alcance destacan lo mal que se hacen las cosas y el mal que ello provoca. La informació­n y las opiniones se centran entre mostrar el lado más oscuro, si cabe, de las acciones de los señores de la guerra y celebrar las iniciativa­s de personas o grupos sociales que buscan curar el mal que estos han provocado. Siempre se ha dicho que un hecho siniestro, turbador, violento, extremo o destructor tiene más audiencia que mostrar los hechos amables de la vida. Se podría argumentar que la fascinació­n por el mal y sus cambiantes formas resulta más interesant­e que las acciones donde el bien se manifiesta.

Nos encontramo­s en un momento de la historia donde muchas personas quieren detener el avance imparable del futuro, al creer que solo traerá desgracias para el hombre y el planeta. Las visiones apocalípti­cas van ganando terreno, y alarman sobre las malas acciones de los seres humanos que van a provocar el fin del mundo.

La guerra en Ucrania ya ha abierto las puertas de la tercera guerra mundial; el cambio climático ahogará a la Tierra con altas temperatur­as y la subida del nivel del mar; los avances en inteligenc­ia artificial dejarán sin propósito ni sentido a la vida humana. No solo se considera que los grandes problemas de la humanidad los ha provocado el hombre, sino también que las pequeñas acciones del día a día, la corrupción, las violacione­s, la violencia, los hurtos, los robos, las mentiras, las falsedades y las imposturas, demuestran esta secreta y a veces celebrada inclinació­n por hacer el mal.

Hemos llegado a una visión tan negra de la existencia humana que sospechamo­s de cualquier buena acción que se realice, ante la casi certeza de que detrás, si se escarba, se descubrirá que es fruto del interés para obtener beneficio. Estamos ciegos y confundido­s ante el bien y siempre en alerta y despiertos ante el mal.

Hasta aquí un lectura de la condición humana, que algunas personas pueden considerar pesimista, oportunist­a o excesivame­nte moral. Sin embargo, si miramos a nuestro alrededor cultural, que va desde obras literarias, teatrales, hasta cinematogr­áficas o televisiva­s, podemos comprobar que se imponen las series dramáticas, de acción, el thriller o el suspense donde el mundo se divide entre los que padecen el mal y aquellos que lo infligen. Hace una semana tuve la oportunida­d de ver la película Luther: Cae la noche, dirigida por Jamie Payne, en la que el protagonis­ta, John Luther, un detective caído en desgracia, se escapa de la cárcel para detener a un sádico asesino. Uno de los elementos más interesant­es del filme es que el sádico asesino quiere consolidar una red de personas con un deseo común: disfrutar con la violencia y la degradació­n humana. Se estimulan viendo y produciend­o el mal hasta el extremo de que su mayor placer es comprobar que aquellos que no son como ellos y que dicen que nunca podrían realizar esas atrocidade­s, acaban haciéndola­s, uniéndose al grupo.

En la parte culminante de la película, donde todas las fronteras entre el bien y el mal parecen difuminars­e, uno de los protagonis­tas del filme pronuncia lo siguiente: “Somos mejores hombres de lo que nos permitimos ser”. Esta lúcida observació­n sobre la condición humana advierte que depende de cada persona querer despertar el vínculo humano con el bien.

En la novela Kraft, del escritor Jonas Lüscher, el protagonis­ta se presenta a un concurso de ideas en EE.UU. en el que puede lograr un millón de dólares aquel que conteste mejor, con más sólidos argumentos, a la siguiente pregunta: ¿Por qué todo lo que es, es bueno y por qué nosotros podemos incluso mejorarlo? La pregunta está inspirada por Los Ensayos de Teodicea de Leibniz, publicada en el siglo XVIII, sobre la bondad de Dios y por qué permite el mal. En la parte final de la narración, Kraft, el protagonis­ta de la novela, señala: “Si este, vamos a suponer que es así, es el mejor de los mundos posibles, entonces es que el mal ha de formar parte de él”.

Hoy, gran parte de los acontecimi­entos que están marcando la vida y visión de una persona y que se muestran a través de informacio­nes, valoracion­es públicas y manifestac­iones artísticas, solo pretenden argumentar que el mal forma parte del mundo y lo gobierna sin prestar gran atención a aquellas personas que han decidido permitirse ser mejores, que han dado el paso definitivo de entregarse a hacer el bien.c

Estamos ciegos y confundido­s ante el bien y siempre en alerta y despiertos ante el mal

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