La Vanguardia

“Si la vida te convoca, ¡no te ausentes! Mejor ve y prueba”

- Víctor-m. Amela

Tengo 47 años. Soy de Barcelona. Soy escritor y profesor: imparto clases en la universida­d de Sciences Po de París. Estoy emparejado y tengo un hijo, Marc (6). ¿Política? ‘Winipeg’, barco que fletó Neruda y salvó vidas: acciones mejor que ideas. ¿Creencias? No. Corro cada día. Viajar es mi pulsión

Use? De Eusebio. ¿Lahoz? Un apellido de Aragón. Pero es barcelonés, usted. Y Barcelona late en todo lo que he escrito. Cinco novelas. Ay, la novela...

¿Qué?

La escribes con expectativ­as de futuro pero te organiza el pasado.

¿Qué expectativ­as?

¿La terminaré? ¿Se publicará? ¿Será leída? ¿Gustará? Qué trabajo tan raro.

¿Y organiza el pasado, dice?

Lo ordena y le da sentido.

¿Qué ha entendido de su pasado?

Que fui verso suelto.

Defina verso suelto.

No rima. No encaja. Va por libre, contra corriente... Sé de lo que hablo.

¿Por qué?

Cursé Humanidade­s porque un día el hijo de Montserrat Roig me dijo: “Enseñan a escribir”. Luego no encajé en lo de un empleo, pareja, sociedad... ¡Y me fugué!

¿A dónde?

A Italia, luego a Uruguay, luego a Cuba, luego a la Alpujarra, luego a París...

¿Qué aprendió de tanto viaje?

Viajar te cambia, leer te cambia, pero más te cambian las personas que conoces.

¿Qué persona le ha cambiado más?

Mi tío Pablo: me guió en lecturas, música... Con él aprendí a mirar todo a través del arte. Pero un día él partió de viaje.

¿A dónde?

Se exilió a México. Yo tenía nueve años. ¡Sufrí tanto perderle! En la cabecera de mi cama campaba su foto y su dirección: calle Mesones 36, Manzana 10, Lote 37.

¿Le escribía usted?

Escribirle cartas me hizo escritor.

¿Qué tipo de escritor?

La memoria es mi guía.

¿Y el viaje?

Me lleva de asombro en asombro, al perpetuo inicio que es, para mí, la felicidad.

La infelicida­d, entonces ¿qué es? Sentirte saciado, sin curiosidad.

Y la cultura azuza la curiosidad,

Por eso tío Pablo me enseñó a ser feliz.

Quizá por eso ha viajado usted tanto.

Y he acabado en París impartiend­o una asignatura sobre exilio y “desexilio”.

“Desexilio”, ¿qué es?

Vuelves al lugar del que saliste... y ya no es el lugar que dejaste. Pero el exilio, por demás, ¡puede ser luminoso, ser creativo!

¿Qué tal es su París?

Puede ser frío, gris, duro, hostil... Es imperfecto... e inacabable para la cultura.

Algo revuelto, hoy.

¡Es la capital del país de la revolución!

¿Sigue escribiend­o?

Mi balón de la niñez se ha convertido hoy en la página para escribir: es mi modo de seguir siendo niño, de jugar, de ser libre.

¿Escribió poesía?

De joven fui imprudente, sí, pero hoy no se me ocurriría. La poesía es el arte mayor, reservado a fuerzas de la naturaleza: Federico García Lorca, Miguel Hernández, César Vallejo, Claudio Rodríguez...

¿Qué es escribir?

Una posibilida­d de enmendar la vida y una entrega emocional.

¿Hasta qué extremo?

La cultura, la belleza, el arte, el conocimien­to son, para el rico, capricho o entretenim­iento, juego. Para el pobre, en cambio, es salvavidas, refugio, necesarios desesperad­amente, verdad verdadera.

¿Es su caso?

No viviré de espaldas a la belleza. Me entrego a la literatura con desesperac­ión.

¿Qué cuenta en su última novela?

Que ante el deseo carnal, mejor acudir aunque luego duela.

¿Es buen negocio?

Si la vida te convoca, ¡no te ausentes! Mejor ve y prueba, mejor haberla probado.

¿A la piscina de cabeza, por tanto? Puestos a arrepentir­te, mejor que sea de lo que hiciste que de lo que no hiciste.

¿Qué página le ha salido bordada?

La de la mani desde plaza Universida­d con una chica pija que va de pobre.

¿Qué más cuenta?

Que el placer tiene sus edades: el placer de la amistad, el placer carnal, el placer del conocimien­to.., ¡y el placer de escribir!

¿Dónde anda ahora?

Me he repartido en todos los personajes.

¿Satisfacto­riamente?

Tres años ajustando cuentas con el pasado, escribiend­o, rectifican­do... ¿Es tiempo aprovechad­o o es tiempo dilapidado?

No sé, usted dirá.

Es amor al arte. Una dulce condena. Porque no es un negocio rentable en lo material, solo hay rentabilid­ad emocional.

¿Y qué le toca ahora?

Dejar de escribir. Ojalá me abandonase la necesidad de escribir... Dejar de escribir, dejar de escribir... ¡ese sueño imposible!

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Maquel González / Shooting

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