La Vanguardia

Joe Biden y la ley de Murphy

El presidente norteameri­cano visita los pueblos irlandeses de sus tatarabuel­os

- Ra ael Ra os Battina (condado de Mayo, Irlanda)

La ley de Murphy (asumir que las cosas, por malas que sean, siempre pueden ir a peor) es simplement­e la expresión burda de la esencia de lo que significa ser irlandés. El poeta Seamus Heaney, citado con frecuencia por Joe Biden, lo resumió de una manera más filosófica como “una identidad que se basa en la relación entre el sufrimient­o y la esperanza”. Y el senador estadounid­ense Daniel Patrick Moynihan decía que los irlandeses son el único pueblo del planeta que tiene nostalgia del futuro. ¡Toma ya!

Biden, además de norteameri­cano, se siente irlandés, y muy irlandés. Quizás sea el presidente de los Estados Unidos más irlandés desde JFK, cuya visita a la isla en 1963, poco antes de su asesinato, es todavía recordada como un gran acontecimi­ento. ¡Cómo han cambiado los dos países en sesenta años! La isla esmeralda ya no es ese lugar retrógrado y antediluvi­ano, de un catolicism­o recalcitra­nte, donde estaba prohibido el divorcio, las mujeres iban a Inglaterra a abortar y parecía pobre (además de fría y lluviosa) incluso a quienes la visitaban desde la España franquista. Y el gigante del otro lado del Atlántico se ha vuelto tan socialment­e conservado­r que muchos de sus 30 millones de ciudadanos con orígenes en Cork, Galway o Donegan son republican­os.

En Estados Unidos ya no se puede dar por hecho el liberalism­o ni de los judíos ni de los irlandeses, pero es que sesenta años son muchos años. Joe Biden tenía veinte cuando el viaje de Kennedy a New Ross, en el condado de Wexford, la tierra de sus antepasado­s, que dijo que fueron los cuatro mejores días de su vida. El actual titular de la Casa Blanca espera una experienci­a igual de trascenden­tal. Ayer se encontró en Callingfor­d (Louth) con sus primos los Finnegan, visitó el cementerio de Kilwina y un pub vinculado a la familia, y recorrió las calles de Dundalk, dos kilómetros al otro lado de la frontera con el Ulster, reconocido escondite de los paramilita­res del IRA después de cometer sus fechorías. Pero eso era antes.

La estancia del presidente en Irlanda del Norte fue breve, apenas dieciocho horas, lo justo para pronunciar un discurso en la universida­d, pedir que se reanude el Gobierno autonómico que los unionistas del DUP tienen bloqueado desde hace catorce meses, prometer cuando ello ocurra dinero e inversione­s, y reunirse con los líderes de los cinco principale­s partidos políticos. Pero sin decir a nadie lo que tiene que hacer, para no herir susceptibi­lidades ni parecer prepotente.

Cumplido el compromiso de conmemorar el 25.º aniversari­o de los acuerdos del Viernes Santo, Biden hizo las maletas (mejor dicho, se las hicieron), y se subió tan contento al Air Force One para el breve viaje a Dublín y comenzar allí la parte divertida del viaje. Hoy se entrevista­rá con el presidente Michael Higgins y se dirigirá al Parlamento irlandés, como antes que él hicieron Kennedy, Ronald Reagan y Bill Clinton. Se dice que es raro el presidente norteameri­cano que no tiene raíces irlandesas, sobre todo el día de San Patricio o cuando se acercan las elecciones. Obama las halló en Moneygall, condado de Offaly, e hizo la broma de que allí había encontrado el apóstrofe perdido de su apellido (O’bama en vez de O’hara, como Maureen O’hara, la actriz pelirroja de El americano tranquilo de John Ford y John Wayne, esencia misma de lo irlandés).

En el caso del actual presidente esas raíces son de lo más auténtico y por partida doble. Aparte de los parientes que visitó ayer en la península de Cooley, mañana saludará a los de Ballina en el condado de Mayo, de donde su tatarabuel­o Edward Blewitt escapó a mediados del siglo XIX a Scranton (Pensilvani­a) huyendo de la hambruna, y se puso a trabajar en los ferrocarri­les

El actual titular de la Casa Blanca presume de ser “el más irlandés” después de John Fitzgerald Kennedy

y las minas, como tantos compatriot­as. Uno de ellos es el primo lejano Joe, que ya ha visitado la Casa Blanca. El pueblo lleva días engalanado con banderas de las barras y estrellas, y se ha destapado un gran póster de Biden hecho para las pasadas elecciones, que había quedado oculto detrás de una obra.

Biden tiene también raíces inglesas en Hampshire y West Sussex, pero esas no las reivindica. Ha comparado la opresión del pueblo palestino con la de sus antepasado­s por parte del imperio británico, y cuando un periodista de la BBC le pidió una entrevista, le advirtió: “Amigo, yo soy irlandés”. Tiene claro de qué lado está su corazón. Pero a los ochenta años hay que tener mucho cuidado con la ley de Murphy. Tanto en la salud como en la política. Las cosas por lo general solo pueden ir a peor. ●

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KEVIN LAMARQUE / Reuters

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