“El Museu del Disseny es una bisagra entre un mundo que se acaba y el que viene”
Aún renqueante a consecuencia de una operación de fémur, José Luis de Vicente (Granada, 1973) se desplaza lentamente, con la ayuda de muletas, por la inmensidad del Disseny Hub de la plaza de las Glòries, pero la cabeza le va a mil por hora. El experto en cultura digital, arte y tecnología se incorporó el pasado febrero a la dirección del Museu del Disseny, en sustitución de Pilar Vélez, y tiene ante sí el reto de lanzar al futuro el mayor proyecto cultural de la Barcelona postolímpica –por su elevado coste (101 millones de euros) y dimensiones (28.000 metros cuadros)– pero lastrado desde el momento de su inauguración, en el 2014, por una concepción y un discurso museográfico más propio del siglo XIX que del XXI.
Entusiasta, creativo y con un enorme talento para concitar complicidades, el que fuera comisario de Sónar+d o Llum Barcelona piensa a lo grande y, aunque no lo dice, su discurso suena muy parecido a los tambores de la revolución. “Actualmente es como una bisagra entre un mundo que percibimos que se acaba y el mundo que viene”, reflexiona.
¿Ha llegado el momento de reformular el modelo?
Esta es una de las instituciones con mayor potencial de una ciudad que se encuentra en un momento de gran transformación. La foto que tenemos de la ciudad y su realidad en muchos aspectos no conjugan.
¿Qué quiere decir?
Me refiero a que esta ciudad tiene por ejemplo un influjo permanente de nómadas digitales que vienen de muchas partes del mundo a instalarse aquí y trabajan en la economía del conocimiento. Somos también la ciudad que tiene un ecosistema de escuelas de arquitectura, de diseño y de artes visuales más complejo y más rico de Europa. Uno de los más grandes del mundo. Hay cerca de 10.000 estudiantes cada año. Es una foto que el mapa institucional de la ciudad no ha reflejado todavía. En Poblenou y el 22@ hay una eclosión de tecnologías del conocimiento y de eso que en su día se llamó industrias limpias que no es nada anecdótico. Luego está ese otro ecosistema de instituciones de investigación, el Barcelona Supercomputing Center, el Parque de Investigación Biomédica, el Instituto de Ciencias del Mar..., con una gran capacidad de imbricarse en los espacios de la creación. Y cada vez más, desde el urbanismo, somos un laboratorio de espacio público donde se ensayan día a día las grandes cuestiones que vamos a tener que resolver ante la concatenación de crisis que se nos vienen encima y que ya nos están devorando. Tenemos también las grandes tradiciones de la arquitectura y el diseño... Todo ese magma necesita un espacio en lo que para mí puede ser la tercera gran institución del presente junto al Macba y el CCCB. Un triángulo que cubre el espacio del pensamiento contemporáneo.
Pero en la actualidad cumple básicamente una misión patrimonial, con colecciones (artes decorativas, textil e indumentaria, cerámica...) compartimentadas y que ni quiera se miran entre sí.
Inicialmente, con Ramon Prat y Marta Montmany, se imaginó como una institución de pensamiento en torno al diseño, pero por una serie de coyunturas históricas tuvo que asumir la función patrimonial. Ya ha empezado a moverse, pero con el 2024, que se celebra el décimo aniversario, vendrán muchos cambios. Habrán terminado las obras de Glòries, inauguraremos una tienda que será un conector con la industria y ocuparemos el edificio anexo, que nunca se había utilizado, como espacio de trabajo, de residencia, investigación y producción de contenidos. Además, una de las salidas del metro dará acceso directo al interior del museo, algo simbólicamente muy bonito porque significa que se convierte en un espacio público, un museo-calle por el que atravesará la gente y cambiará su relación con la ciudadanía.
El museo comparte edificio con el Disseny Hub, que tiene su propio programa, ¿cómo van a convivir ambos proyectos?
Hemos encontrado un modelo que se reflejará ya en la programación de 2024 en el que toda esta máquina trabajará en una única dirección. Es un ente completo, con el museo y el Disseny Hub por un lado y luego con residentes como el FAD y el BCD, que evidentemente tienen mucho que aportar. Trabajaremos mano a mano y con Mireia Escobar [directora del Disseny Hub] la sintonía es absoluta. La idea es que esta suma de cosas produzca un solo relato, una sola voz y una sola visión.
¿Se va a replantear la presentación de las colecciones
Las colecciones tienen que evolucionar. Nunca se definieron para permanecer como una foto estática. Hoy ya no se conciben como joyas de la corona que representan un legado intocable y que hay que mantener congelado, sino como herramientas que nos permiten contar un montón de historias. Nos servirán para hablar de identidad, de construcción de raza y de construcción de clase o de las implicaciones ecológicas medioambientales, y no lo haremos desde una perspectiva lineal, ni disciplinaria, ni tecnológica, sino incorporando además eso que yo denomino lo próximo que llamaremos diseño. Es una bestia muy híbrida, un palimpsesto, estamos siempre reescribiendo encima.
¿Habrá espacio para exposiciones como la de Banksy?
No tengo miedo a la cultura popular. Y la cultura popular debe de ser un elemento importante aquí, uno de los tonos o de los registros desde los que operaremos. Mi problema no es que sea Banksy, sino el modelo de exposición empaquetada que viene en una caja, se abre y sirve para todos los públicos. Tenemos suficientes preguntas, fuerza y recursos para no tener que echar mano de la exposición itinerante indistinguible.c
Contemporaneidad “Podemos ser la tercera gran institución del presente junto al Macba y el CCCB”
Las Glòries, 2024
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Disseny Hub “La idea es que la suma produzca un solo relato, una sola voz y una sola visión”