La Vanguardia

¿Cuándo termina una guerra civil?

- Josep M. Colomer

Tendemos a pensar en el pasado a partir de lo que podemos recordar o hemos oído de nuestros antepasado­s más cercanos. La guerra civil americana tuvo lugar en 1861-1865 y nadie actualment­e vivo ha conocido a ningún testigo o participan­te. En cambio, la guerra civil española de 1936-1939 puede estar aún presente en nuestra memoria, porque los abuelos hablaron de ella a descendien­tes que aún vivirán muchos años. Sin embargo, las similitude­s entre estas dos guerras civiles pueden ser instructiv­as.

Los dos países, Estados Unidos y España, tenían poblacione­s similares en aquel momento, unos 30 millones y 25 millones, respectiva­mente, y en ambos casos el número de víctimas fue aproximada­mente el 2,5% de la población del país: unas 750.000 en Estados Unidos y unas 540.000 más 50.000 ejecutados en la inmediata posguerra en España.

En ninguno de los dos casos la guerra civil estalló de la noche a la mañana. En Estados Unidos, los disturbios y revueltas airadas como las que hemos visto en los últimos tiempos no carecen de precedente­s, ya que el periodo anterior a la guerra civil fue de creciente confrontac­ión.

Tras un periodo fundaciona­l más bien pacífico, la elección del general Andrew Jackson, que es el presidente favorito de Donald Trump, abrió treinta años de turbulenci­as partidista­s. Durante varias décadas, la participac­ión media en las elecciones presidenci­ales fue del 80%, un nivel que no se volvería a alcanzar ni de lejos. El Congreso fue un campo de batalla verbal y físico, con más de cien incidentes de violencia en la Cámara de Representa­ntes y el Senado. La historiado­ra Joanne B. Freeman ha estudiado ese “campo de sangre”, en el que “grupos armados de congresist­as del Norte y del Sur se enzarzaban en combates cuerpo a cuerpo en el hemiciclo... las peleas se hicieron endémicas y los congresist­as se enfundaban cuchillos y pistolas antes de dirigirse al Capitolio cada mañana”. Los incidentes “implicaban acciones físicas: puñetazos, bofetadas, bastonazos, embestidas, empujones, duelos, armas empuñadas, volteo de pupitres, rotura de ventanas y cosas por el estilo”.

La polarizaci­ón, principalm­ente en torno a la cuestión de la esclavitud, culminó en las elecciones presidenci­ales de 1856 y 1860. En las primeras, el candidato demócrata proesclavi­sta, James Buchanan, obtuvo la mayoría en el Colegio Electoral con una minoría del 45% de los votos populares, frente a las divididas candidatur­as antiesclav­istas. En 1860, al revés, el candidato republican­o, Abraham Lincoln, ganó en 18 de los 33 estados existentes entonces, con menos del 40% del total de votos populares en todo el país, frente a las divididas candidatur­as proesclavi­stas. La subsiguien­te secesión de 11 estados sureños desencaden­ó la respuesta militar de Lincoln y la guerra civil.

En España, la crisis institucio­nal previa a la Guerra Civil se había acelerado desde el golpe de Estado militar de 1923. Durante la República también hubo elecciones equívocas. En 1933, la derecha de católicos y monárquico­s recibió el apoyo del 34% de los votantes, pero junto con algunos republican­os de centrodere­cha, reunió una mayoría de escaños en el Parlamento frente a los divididos republican­os y socialista­s. Luego, en 1936, las izquierdas unidas en el Frente Popular obtuvieron la mayoría de escaños con el apoyo de solo el 46% de los votantes frente al centrodere­cha y la derecha divididos.

En el Washington actual, la guerra civil continúa apareciend­o como un importante momento fundaciona­l. El Lincoln Memorial es el monumento más solemne y visitado por los turistas. En toda la ciudad hay más estatuas ecuestres con generales de la guerra civil que de la anterior guerra revolucion­aria por la independen­cia. Hace algún tiempo, asistí a un acto académico de alto nivel en la Universida­d George Mason, que está en la orilla sur del río Potomac, en Virginia, en el que el orador principal terminó un debate sobre la descentral­ización con la reflexión: “Y por eso perdimos la guerra”. Solo en los últimos años se han empezado a retirar monumentos y nombres de calles dedicados a los líderes de la derrotada Confederac­ión secesionis­ta en algunos estados del Sur. Por supuesto, la gran diferencia es que en Estados Unidos los vencedores restauraro­n la democracia (aunque la esclavitud fue sustituida por la segregació­n racial durante varias décadas), mientras que en España los vencedores mantuviero­n al país sometido y recluido durante cuarenta años. Sin embargo, la fundación de la democracia española en los años setenta también estuvo fuertement­e marcada por el recuerdo disuasorio de la Guerra Civil. El presidente Adolfo Suárez ganó las primeras elecciones, dijo, “porque yo alejaba a los españoles del peligro de una confrontac­ión a la muerte de Franco. No me apoyaban por ilusiones y anhelos de libertades, sino por miedo a esa confrontac­ión; porque yo los apartaba de los cuernos de ese toro”.

Con un poco de distancia emocional y física, uno puede darse cuenta de cómo, en España, a menudo sigue habiendo una guerra civil verbal, latente en agrios enfrentami­entos partidista­s, gritos tertuliano­s en medios de comunicaci­ón y broncas en un parlamento polarizado. En Estados Unidos, cabría esperar más olvido porque nadie vivo ha conocido jamás a una persona que haya visto a un esclavo. Sin embargo, la polarizaci­ón política entre el Norte y el Sur sigue siendo una profunda fractura, que la extrema derecha continúa agitando con banderas de la Confederac­ión. ¿Cuándo una guerra civil deja de ser un elemento importante de confrontac­ión política? Puede ser que toda guerra civil traumática produzca reverberac­iones sin fin.c

La guerra civil americana siguió a disturbios y revueltas airadas como los que hemos visto últimament­e

 ?? JONATHAN ERNST / Reuters ??
JONATHAN ERNST / Reuters
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain