“¿El freno de mano? Eso nunca”
En apenas 63 minutos, Carlos Alcaraz solventa su primer compromiso de este año en el RCTB
Avanza la tarde en el RCTB y el aficionado no sabe hacia dónde mirar, pues a la vez pasa un puñado de cosas interesantes.
Parte de la parroquia se asoma a la pista 2, y así revisa qué hace el bueno de Jannik Sinner (20), témpano de hielo que juega el dobles junto a Alex de Minaur y cuyo futuro, apuntan los expertos, le deparará duelos sobresalientes ante Carlos Alcaraz.
Otros se van a la pista Andrés Gimeno, llena hasta la bandera, a ver a Francis Tiafoe (25): el colosal estadounidense, hijo de un obrero de Sierra Leona que se había dejado la vida por abrirle a su hijo las puertas del tenis, está sintiendo el peso de la tradición.
Tiafoe y Taylor Fritz son los representantes de la nueva generación norteamericana: son los herederos de Connors, Mcenroe, Aggasi, Courier, Sampras o Roddick.
Y eso pesa.
(Pese a su esfuerzo generoso, Tiafoe transige ante Emil Ruusuvuori).
Otros 7.800 espectadores se detienen en la pista Rafael Nadal. El lleno es absoluto, hecho excepcional en el torneo, pues es martes, que no miércoles.
Lo que pasa es que juega Carlos Alcaraz (19).
Y el murciano es un imán. El murciano es un imán, y el cronista toma nota desde el inicio. Alcaraz es fuego, y su crisol de posibilidades aturde a Nuno Borges (26), tímido adversario que oscila entre el circuito ATP y los torneos Challenger, y que nada a contracorriente.
–Si he desarrollado algo en el último año es la madurez. Hemos estado trabajando para que no me despiste –decía Alcaraz unos días atrás.
Se refería a la pausa en los instantes comprometidos. –Ahora leo mejor –decía.
Y el cronista advierte eso, entiende que Alcaraz lee mejor.
(Solo así se entiende que se haya instalado en el top 3 mundial, hoy como número 2, y se haya adueñado de dos de los cuatro torneos que ha disputado en este 2023).
Alcaraz se mueve como un gato, es elástico y sólido a la vez, y al arreón del portugués responde con un latigazo. Un ace, una dejada, una derecha paralela que enmudece a Borges y solivianta a la parroquia.
–Si la cosa se complica, pienso en hacer magia en el siguiente punto –confiesa ahora, tras su triunfo.
Alcaraz templa cuando toca, y sin embargo mantiene la tensión en alto, y en apenas 34 minutos ya ha despachado la primera manga. Eso, un santiamén, es el tiempo que ha tardado Borges en entender de qué va esto.
Ya no será capaz de superar este compromiso.
Y tan rápido ha ido todo que el cronista se pone en perspectiva y recupera las aventuras de Alcaraz en el año pasado. Su primer título en Barcelona, el del 2022, había tenido sus servidumbres. Kwon, Tsitsipás y De Minaur le habían complicado la vida, o quizá se la había complicado él mismo, empeñado como estaba en ganar un Pulitzer a cada golpe, aún demasiado audaz, aún demasiado teenager.
Ahora, Alcaraz lee las cosas. Y no titubea. –Connors dijo el otro día que, si usted sigue jugando con esta intensidad, no llegará a los 25 años –se le comenta.
–¿El freno de mano? –pregunta Alcaraz–. En la pista no lo pongo ni lo pienso poner. Este es mi estilo de juego. No sé. Igual mi cuerpo se desgasta más, pero yo conozco bien mi cuerpo y mi capacidad física. Y sé que voy a recuperarme bien. Y si salen molestias, pues se controlan.
Mañana le espera Roberto Bautista.
“Si la cosa se complica, pienso en hacer magia”, dice Alcaraz, que ahora se medirá a Roberto Bautista