La Vanguardia

El peligro de la puerta equivocada

EE.UU. se alarma ante la cantidad de tiroteos por banalidade­s como tocar un timbre por error

- Francesc Peirón Nueva York. Correspons­al

Solo es un retazo de conversaci­ón, cazada furtivamen­te hace un par de días en un café de Manhattan. Describe un estado de ánimo en un país armado hasta los dientes para guerrear consigo mismo.

“Un amigo tiene una casa en Connecticu­t y me ha invitado el fin de semana. Le he dicho que no, que si me equivoco de propiedad me pegan un tiro”, ironizó uno de los parroquian­os.

Esta es una semana para la reflexión sobre el sinsentido de postrarse ante las pistolas como los crucifijos laicos y los dirigentes del lobby del rifle (NRA) como los profetas que incitan a comprar armas porque hay que estar listos contra los herejes.

Cuatro incidentes banales, errores inofensivo­s en situacione­s corrientes registrado­s en seis días, tales como confundirs­e de puerta, de camino, de coche o ir a por un balón que ha caído en patio ajeno, han dejado una joven de 20 años muerta, tres adolescent­es y una niña heridos, así como dos adultos.

“Lo cierto es que vivimos en una nación en la que cada vez más se dispara primero y se pregunta luego. Pienso que la gente está indignada y asqueada por esto”, declaró a la NBC John Feinblatt, presidente de Everytown for Gun Safety, organizaci­ón sin ánimo de lucro que impulsa medidas de control sobre la venta y posesión de armas. “Los padres se preguntan: ¿será mi hijo el próximo?”, planteó.

Queda la sensación de que Estados Unidos se halla en una espiral de violencia fomentada por una derecha cada vez más radicaliza­da en sus miedos, en plena obsesión conspirati­va y políticos del Apocalipsi­s para desactivar al enemigo.

La retórica guerracivi­lista del expresiden­te Donald Trump es el mejor ejemplo. El pasado fin de semana habló en Indianápol­is, en la gran feria anual de la NRA, en la que a los niños se les enseña a manejar “juguetes” que matan de verdad.

La fiesta vino precedida por dos carnicería­s, en una escuela de primaria de Tennessee y en un banco de Louisville, con una docena de difuntos. La receta de Trump consistió en armar a todo quisque para combatir a los “malos” y a los demócratas.

Avalados por una mayoría ultraconse­rvadora en el Tribunal Supremo, que defiende la literalida­d de la Segunda Enmienda de la Constituci­ón –el derecho a poseer armas, de 1791–, cada vez son más los estados republican­os que aprueban las llamadas leyes de autodefens­a o llevar armas a la vista.

No es un mito manufactur­ado la percepción de que los crímenes violentos van a más. Anualmente hay 49.000 muertos por armas de fuego en EE.UU. Hasta este viernes se registraro­n 167 tiroteos masivos en el 2023. En cuatro meses han fallecido 13.000 personas por la violencia armada, de las que más de 520 eran niños y adolescent­es. Entre el 2020 y el 2022, los estadounid­enses compraron 60 millones de armas. Un 20% de los hogares se hicieron con uno de estos artilugios. Al menos un 5% adquirió uno por primera vez.

“Es un tipo totalmente diferente de propiedad. Ya no es una escopeta para cazar un par de veces al año. Ahora son pistolas o rifles semiautomá­ticos que tienes en tu mesita de noche, en tu guantera o que llevas encima”, señaló el grupo NORC de la Universida­d de Chicago.

“Es responsabl­e de sus acciones, y caer en el miedo y la paranoia avivados por el ciclo de noticias de 24 horas y las conspiraci­ones salvajes no ayudaron a su estado mental”, dijo Klint Ludwing, nieto de Andrew Lester, vecino blanco de Kansas City, de 84 años, que disparó a Ralp Yarl, de 16. El adolescent­e negro tocó su timbre por error.

Algo similar le ocurrió a Kaylin Gillis, de 20 años, que con un vehículo se metió en el camino de una finca privada, y el dueño, Kevin Monahan, de 65, abrió fuego, aunque el coche había dado media vuelta. Gillis murió.

Luego vinieron las dos cheerleade­rs (Payton Washington y Heather Roth) que se equivocaro­n de coche en Texas y Pedro Tello Rodríguez (25) las tiroteó, sin atender a las disculpas. Y, en Carolina del Norte, Kinsley White, de seis años, a la que una bala disparada por Robert Louis Singletary (24) le rozó la mejilla izquierda cuando fue a recoger una pelota al jardín del vecino. Sus padres resultaron heridos.

“¿Por qué nos disparas a mi papá y a mí”?, preguntó Kinsley. Tal vez, y pese a su inocencia, ya ha comprendid­o lo que significa vivir en un país armado.c

La presión del lobby del rifle y la paranoia conspirati­va incentivan los disparos por situacione­s inofensiva­s

 ?? EVELYN HOCKSTEIN / Reute ! ?? Un niño en la convención de la Asociación Nacional del Rifle (NRA) el pasado sábado en Indianápol­is
EVELYN HOCKSTEIN / Reute ! Un niño en la convención de la Asociación Nacional del Rifle (NRA) el pasado sábado en Indianápol­is

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