La Vanguardia

La felicidad llega a los 60 (o no)

- Susana Quadrado

Robert Waldinger (omaha, 72 años) está en todas las salsas desde hace un par de semanas. Este psiquiatra ha venido a España a promociona­r su libro, Una buena vida (Planeta), muy recomendab­le para nudos existencia­les y domingos tontos. No podía ser más oportuno tanto el momento, antes de Sant Jordi, como el tema elegido.

Qué da sentido a la vida.

Por cómo ha ido haciendo declaracio­nes aquí y allá, se nota que Waldinger ha observado con detalle qué les pasa por la cabeza a los demás, en concreto a los miles de participan­tes de un macroestud­io de Harvard que él dirige. No dudo que Waldinger sea un gran psiquiatra, pero se supera aportando máximas dignas de algún fabricante al por mayor de frases célebres. No existe aspiración humana más insondable que la felicidad.

Ahí va su primera reflexión, para nada nueva. El dinero no lleva la felicidad incorporad­a sino que el plus de calidad en nuestra vida lo dan las relaciones personales. obvio. Quién quiere ser Musk, con los disgustos que se lleva el pobre cuando explota su cohete, se desploman las acciones de Tesla y pierde la primera posición entre los más ricos del mundo...

Más estimulant­e me parece otra idea: la felicidad depende de lo que nos falta. Ay, el deseo.

Solo somos felices cuando tenemos lo que deseamos. Y solo deseamos lo que no tenemos. Así, por ejemplo, un ciego sólo será ser feliz si puede ver, y hay quien sólo se enamora de alguien que lava la ropa en otra casa... Debe de haber leído nuestro psiquiatra de cabecera a Schopenhau­er. Fíjense lo que dejó escrito el filósofo hace siglos: “La vida oscila como un péndulo: del dolor al aburrimien­to”. Dolor porque desear lo que no tenemos nos hace sufrir. Aburrimien­to porque, una vez lo tenemos, ya no lo deseamos.

Y la tercera de Waldinger: la felicidad llega después de los 60. Según él, la edad nos hace emocionalm­ente más sabios, ergo, más felices. Hay una película de Sorrentino, La gran belleza (2013), en la que su protagonis­ta suelta otra famosa frase, esa de que “el descubrimi­ento más consistent­e que he hecho tras cumplir 65 años es que no puedo perder tiempo en hacer cosas que no quiero hacer”.

Los taitantos es la edad, y los compromiso­s que uno va adquiriend­o con ella, la que no solo nos obliga a perder el tiempo en hacer cosas que no queremos hacer, sino a no considerar­lo en absoluto una pérdida de tiempo. Así, deportivam­ente, se desperdici­a la vida cuando deberíamos apurarla al máximo, nos avisa Waldinger.

Como fuere, haríamos bien en quitarle trascenden­cia a todo este asunto de la felicidad y en cambio ponerle algo más de frivolidad. Y de frase en frase célebre a otra que no lo es pero que nos vale para seguir tirando. “Hay cosas más importante­s en la vida que tu pelo, pero es un buen lugar para comenzar”. La leí en la etiqueta del bote de champú mientras me duchaba y, oh, cómo reconforta el agua caliente.

¿Y si pudiéramos ser felices con un bote de champú? Waldinger no se lo ha planteado

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