La Vanguardia

“El agua de grifo ahora tiene mal sabor y está un poco turbia, yo no la bebo”

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agua del minitrasva­se del Ebro a Tarragona. A pesar de que las obras ya están aprobadas y presupuest­adas, el agua del Ebro llegará a l’espluga en el mejor de los casos en el otoño del 2024. El Ayuntamien­to también busca nuevos pozos para mejorar los recursos hídricos propios y ha obtenido fondos de la Unión Europea (500.000 euros) para renovar casi cuatro kilómetros de viejas tuberías, algunas de los años sesenta, y acabar así con las constantes pérdidas. Algunos cálculos estiman que se pierden unos 200.000 litros de agua al día. El consumo diario de todo el pueblo es de 900.000 litros. “La mejora de la red nos dará más agua. Priorizamo­s no perder ni una gota de agua”, destaca el alcalde.

La mayoría de las fugas, con reiteradas averías, se producen en la urbanizaci­ón Carreras, con concentrac­ión de tuberías de fibrocemen­to o polietilen­o. En una de sus calles, dos vecinos pasean a sus perros. “Yo me he puesto un depósito nuevo. ¡Qué remedio! Cuando llego de trabajar, me quiero duchar”, cuentan. “El mío es de 1.000 litros y tiene una bomba para tener más presión. Ya nos lo decían nuestros abuelos, hay que tener un depósito en casa”, dice la dueña de la pescadería El Llagut.

Josep, conocido como Macario o Pep del Pou, tiene un depósito de mil litros en el remolque de la camioneta. “Para poder regar mi huerto y para los perros”, cuenta.

En una de las entradas del pueblo se encuentra la zona cero de las graves inundacion­es de octubre del 2019, cuando el río Francolí se desbordó por culpa de unas lluvias torrencial­es, arrasó parte del pueblo y varios negocios y causó la muerte de ocho personas arrastrada­s por el agua en la Conca de Barberà. Justo al lado están las Disset Fonts, diecisiete surtidores por los que siempre había salido agua abundante. “Elige, tú que pasas, de las diecisiete, si una o la otra, jugando con la sed”, rezan los versos de Josep Ferré, junto a las fuentes. Hace muchos meses que no sale ni una sola gota.

“Éramos el pueblo del agua”, recuerda Primitiva. “En l’espluga nunca nos había faltado agua, bajaba desde las montañas de Prades”, añade Clàudia Riart, otra vecina, de 85 años. “Ahora cuando me levanto, lo primero que hago es mirar hacia la montaña”, explica. “¿Qué por qué? Porque tengo miedo de que se encienda el bosque, está todo muy seco”. Hace 31 meses que aquí no llueve con ganas.

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Xavi J ri Pep, con su depósito de 1.000 l

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