La Vanguardia

Icono indie

- Ramon Súrio

El huraño cantautor bill Callahan no se prodiga por nuestros escenarios, por eso cada una de sus visitas es un acontecimi­ento y más cuando se rodea de una compenetra­da banda. Fue el caso del estreno de su último disco YTILAER, reverso de reality, que presentó junto a dustin laurenzi (saxo), Jim White (batería) y su estrecho colaborado­r Matt Kinsey (guitarra). introducen el concierto haciendo sonar el Haven’t got time for the pain de Carly Simon, dando a entender el momento dulce que vive el músico estadounid­ense, convertido en feliz padre de familia tras una agitada vida sentimenta­l.

desde la inicial First bird que abre el disco, su voz grave y profunda de barítono se convierte en el eje en el que pivotan las canciones, oscilando del intimismo reverencia­l a las catarsis de distorsión, dejando espacio siempre para que un inusual saxo les ponga unos ribetes que huyen de la categoriza­ción jazzística. Son adornos que contribuye­n a acentuar la originalid­ad de unas canciones que evitan la estructura clásica de estrofas y estribillo­s. Se parecen más a narracione­s ilustradas con música, que huyen de los lugares comunes. así, en la crepuscula­r y atmosféric­a Everyway, el dedal deslizante no es country sino sinónimo de la espiritual­idad críptica de la letra. En cambio, el efecto sierra de la guitarra en Bowevil –un título que hace referencia al gorgojo del algodón– es como si reflejara el mal que este insecto hace en las cosechas.

No faltaron repescas de Smog, bajo cuyo alias editó una decena de álbumes, como la emblemátic­a Hit the ground running cuyas volutas repetitiva­s propiciaro­n una explosión guitarrera. En esta tesitura llegaron momentos de gran intensidad, como el de Drover, con los graznidos del saxo compitiend­o con la distorsión, o el espectacul­ar cierre con Planets, transforma­do en una andanada free rock que sirvió para constatar que es un icono indie en estado de gracia.c

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