Icono indie
El huraño cantautor bill Callahan no se prodiga por nuestros escenarios, por eso cada una de sus visitas es un acontecimiento y más cuando se rodea de una compenetrada banda. Fue el caso del estreno de su último disco YTILAER, reverso de reality, que presentó junto a dustin laurenzi (saxo), Jim White (batería) y su estrecho colaborador Matt Kinsey (guitarra). introducen el concierto haciendo sonar el Haven’t got time for the pain de Carly Simon, dando a entender el momento dulce que vive el músico estadounidense, convertido en feliz padre de familia tras una agitada vida sentimental.
desde la inicial First bird que abre el disco, su voz grave y profunda de barítono se convierte en el eje en el que pivotan las canciones, oscilando del intimismo reverencial a las catarsis de distorsión, dejando espacio siempre para que un inusual saxo les ponga unos ribetes que huyen de la categorización jazzística. Son adornos que contribuyen a acentuar la originalidad de unas canciones que evitan la estructura clásica de estrofas y estribillos. Se parecen más a narraciones ilustradas con música, que huyen de los lugares comunes. así, en la crepuscular y atmosférica Everyway, el dedal deslizante no es country sino sinónimo de la espiritualidad críptica de la letra. En cambio, el efecto sierra de la guitarra en Bowevil –un título que hace referencia al gorgojo del algodón– es como si reflejara el mal que este insecto hace en las cosechas.
No faltaron repescas de Smog, bajo cuyo alias editó una decena de álbumes, como la emblemática Hit the ground running cuyas volutas repetitivas propiciaron una explosión guitarrera. En esta tesitura llegaron momentos de gran intensidad, como el de Drover, con los graznidos del saxo compitiendo con la distorsión, o el espectacular cierre con Planets, transformado en una andanada free rock que sirvió para constatar que es un icono indie en estado de gracia.c