La Vanguardia

El vaso medio vacío de vino tinto

Por primera vez, el consumo de esta variedad de caldo ha caído en el mundo por debajo del 50% del total

- Piergiorgi­o M. Sandri

Su majestad el vino tinto empieza a estar inquieto, porque le están saliendo competidor­es que amenazan su prolongado reinado. Esta semana se presentó el informe anual de la OIV, la Organizaci­ón Internacio­nal del Vino. Y emerge que su reinado se tambalea.

El vino tinto está perdiendo atractivo y ha pasado de representa­r el 53% hace 10 años al 48% actual. Más de la mitad del vino que se consume en el mundo ya no es tinto: estamos ante un hito simbólico (e histórico). “Hay que adaptarse a un nuevo consumidor”, indicaba Pau Roca, secretario general de la OIV, que apuntó algunas ideas, como buscar una demanda cada vez más creciente de vinos prémium, utilizar los tintos como base para hacer espumosos o explorar los vinos sin alcohol”.

Desde la OIVE, Organizaci­ón Interprofe­sional del Vino de España, reconocen que “hay un boom de espumosos, blancos y rosados, vinos ligeros y frescos”, aunque en el retroceso del tinto hay que descontar alguna debilidad puntual en mercados amantes de esta variedad como China o el Reino Unido. Es cierto que la entrada de variedades como el prosecco (un vino desenfadad­o, ideal para cócteles y apreciado por los jóvenes) ya ha supuesto un revulsivo en los espumosos tradiciona­les, como el cava o el champán.

Es una prueba más de que los gustos del vino se están reorientan­do, en un contexto económico tensionado por la inflación. Según el estudio, la subida de precios en el 2022 disparó el valor de las exportacio­nes, pero causó un descenso del consumo en todo el mundo.

“Las exportacio­nes de vino en el 2022 se vieron gravemente afectacios

La subida de precios ha provocado un descenso del consumo de vino en todo el mundo

por la elevada inflación y las disrupcion­es en la cadena de suministro mundial, que provocaron una importante ralentizac­ión del transporte marítimo. Esta combinació­n de acontecimi­entos se tradujo en un menor volumen global de vino exportado a un precio medio mucho más alto (+15% en comparació­n con el 2021)”, señala el estudio.

Así, el valor de las exportacio­nes mundiales de esta bebida fue el más alto jamás registrado (37.600 millones de euros) con un aumento del 15%. En promedio, a escala global el precio del vino en botella subió un 7%, mientras el de los espumosos se disparó un 18%. El alza es el reflejo del incremento de los costes que soportaron las bodegas: por ejemplo, la inflación provocó un alza del 30% de los precios de las botellas de vidrio y de las etiquetas, un 20% de los corchos y del alambre que cierra los espumosos y un 45% de las cajas de cartón.

La otra cara de la moneda fue una menor demanda. El consumo mundial alcanzó 232 millones de hectolitro­s (mhl), lo que supone un descenso de dos millones respecto al 2021. “Hubo un aumento de los costes de producción y distribuci­ón. Esto se tradujo en un incremento significat­ivo de los predas del vino para los consumidor­es”, reconocen desde la OIV.

Según el informe, esta tendencia negativa iniciada en el 2018 puede atribuirse principalm­ente al descenso del consumo en China, que ha perdido una media de 2 mhl al año desde el 2018. Una contracció­n que se acentuó en el 2020 por la pandemia, que trajo un efecto depresivo en muchos grandes mercados vinícolas.

En todo caso, los niveles actuales de consumo del vino en el mundo están muy por debajo del promedio de los años anteriores y, de hecho, el año pasado el consumo bajó hasta la misma cantidad de vino que se consumía hace veinte años. En Europa, patria del vino, hoy se consume un 15% menos de esta bebida que en el 2000. “Todo este contexto de incertidum­bre afecta al vino, que es muy sensible a caídas en la confianza de los consumidor­es. Queremos creer que es un tema que pasará”, apuntan desde la OIVE.

En cuanto a la producción mundial, está estancada: en el 2022 fue de 258 millones de hectolitro­s, también marcando una ligera disminució­n del 1% en comparació­n con el año anterior, en el que hay que descontar la sequía y las olas de calor durante la pasada primavera y el verano. No estamos para descorchar botellas: por cuarto año consecutiv­o, esta cifra de vendimia se sitúa ligerament­e por debajo de su media de 20 años.

Si miramos los datos por países, el estudio de la OIV señala que la mitad de la producción mundial recae en tres países: Italia, Francia y España (por este orden). En cuanto a consumo, España se sitúa muy por debajo. En litro per cápita, Francia e Italia beben el doble de vino que los españoles. Los portuguese­s, casi tres veces más.

España es el país con la mayor superficie en hectáreas dedicada al cultivo del vino, un 13% del total. Y es el segundo exportador mundial en volumen. Pero, cuando ya el año pasado la producción se situó un 5% por debajo de la media de los últimos cinco años, la sequía es una amenaza. “La falta de lluvia es una tragedia. Si no llegan las precipitac­iones y el verano es seco, vamos a sufrir en la cosecha que está a la vuelta de la esquina”, comentan los profesiona­les. Y tampoco pueden fiarlo todo al vino tinto como antes, porque el rey está desnudo.

El valor de las exportacio­nes mundiales alcanzó un récord histórico en el 2022

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Getty images El vino tinto ahora representa el 48% del mercado mundial: hace diez años era el 53%

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