La Vanguardia

Un “patriota de izquierdas” contra Pedro Sánchez

Pompeyo González, el detenido por enviar cartas con explosivos, sigue sin revelar su motivación

- Carlota Guindal Joaquín Vera Madrid

Pompeyo González ha vuelto a su casa de Miranda de Ebro (Burgos) después de casi tres meses en prisión preventiva. Su nombre puede sonar del todo desconocid­o, incluso para sus propios vecinos. Es el unabomber que quiso sembrar el pánico –dar un susto o crear confusión– en el seno del Gobierno a través del envío de una cadena de cartas amenazante­s con material explosivo. Todos los objetivos que señaló en sus misivas este jubilado tenían un nexo en común: el apoyo que sus destinatar­ios mostraron a Ucrania frente a la invasión rusa.

El juez de la Audiencia Nacional José Luis Calama le ha dejado en libertad, después de que el pasado 27 de enero fuese enviado a prisión provisiona­l tras ser atrapado por la Policía Nacional. Su avanzada edad –74 años– , que nunca antes había traspasado la línea delincuenc­ial y su forma de vida han inclinado la balanza para que el juez instructor revise su situación y le permita volver a casa.

Los investigad­ores siguen sin desvelar por qué lo hizo, cuál fue la motivación que le llevó a preparar aquellas cartas con material pirotécnic­o y un pequeño artefacto explosivo para el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez; la ministra de Defensa, Margarita Robles; la embajada de Estados Unidos en España – con la que provocó un herido–; una empresa armamentís­tica de Zaragoza, y el Centro de Satélites de la Unión Europea, ubicado en la base militar de Torrejón de Ardoz (Madrid). Esta última carta, la única que no estalló, fue clave para la investigac­ión.

El juez sostiene que la idea del detenido –tras una laboriosa investigac­ión de la Comisaria General de Informació­n de la Politadas

La hipótesis que toma más fuerza es que el jubilado quería “enviar un mensaje”, pero no llegar a atentar

“Un ser poco sociable, un espartano, que pasaba las tardes en el taller donde preparó las cartas bomba”

cía Nacional– era forzar al Gobierno central a frenar la ayuda humanitari­a y militar que España viene proporcion­ando al Gobierno de Kyiv desde el inicio del estallido bélico. Pero Pompeyo González, según fuentes jurídicas, no ha abierto la boca desde que fue detenido: no ha dado ninguna explicació­n. Así, por el momento se desconoce lo que se le pasó por la cabeza.

Nadie sabe qué le movió a levantarse un día, empezar a comprar los materiales y preparar un plan para enviar todas esas cartas con material explosivo, que le pueden acarrear muchos años en la cárcel después de jubilado y sin ningún antecedent­e penal previo. Sus ideas a favor del régimen de Vladímir Putin,

basadas en una idea trasnochad­a del comunismo, le van a llevar a enfrentars­e a seis delitos de terrorismo y otro de empleo de artefactos explosivos inflamable­s o incendiari­os con finalidad terrorista. Nadie sabe si se arrepiente de lo que hizo, si era plenamente consciente de ello o si está arrepentid­o. Lo que sí parece claro es que sus actos le pueden llevar a estar encerrado hasta el final de sus días.

Los investigad­ores sí han podido determinar en qué entorno se movía. Hombre solitario, se relacionab­a en escasas ocasiones con sus vecinos de Miranda de Ebro; “un ser poco sociable”, como explican fuentes de la investigac­ión a La Vanguardia. ¿Cómo vivía el unabomber –en

referencia a Theodore John Kaczynski, un matemático americano que durante casi dos décadas estuvo enviando cartas bomba– español? “Pompeyo es una persona espartana y de rutinas”, explican los investigad­ores que siguieron el rastro de las cartas, los sellos y los materiales hasta dar con él. Pasaba las tardes trabajando en su taller que había montado en casa y donde preparó las misivas amenazante­s.

Tras jubilarse, su vida era el taller y las páginas donde se informaba del avance de la invasión rusa. Claro está que, según se desprende de las pesquisas, no era consumidor de medios de comunicaci­ón tradiciona­les, sino de páginas prorrusas orien

más bien a la desinforma­ción y las fake news, con una visión favorable a las actuacione­s rusas en Ucrania.

Del material incautado sí ha podido determinar que González se autodefiní­a como “patriota de izquierdas” aunque sin una filiación política clara. Con un pasado como seguidor de ideas comunistas, fue desarrolla­ndo un “profundo” sentimient­o prorruso y anti-otan, que le llevó al convencimi­ento de que la invasión de Rusia estaba justificad­a por los abusos de la Alianza Atlántica y sus incumplimi­entos con el supuesto compromiso con Rusia de no expandirse hacia el este.

Sus aficiones pasaban por consumir propaganda prorrusa y compras en internet para obtener material. En los primeros meses del verano del 2022, el detenido compró a través de Amazon un kilo de nitrato potásico puro, cable con mecha, interrupto­res, filamentos de cobre y bombillas incandesce­ntes. En octubre y noviembre efectuó la compra de pegatinas adhesivas, bisagras, toda clase de tornillerí­a, brocas de precisión y plantillas para dibujar los números y el abecedario –con las que escribir las direccione­s–. Los agentes de la Comisaría de Informació­n que practicaro­n los registros hallaron hasta un dron manipulado, capaz de transporta­r y descargar material explosivo similar al introducid­o en los sobres. Fue detenido el 25 de enero, poco más de dos meses después de que llegase la primera de las cartas a la Moncloa.

Pese al hermetismo mostrado desde entonces ante los agentes, la hipótesis que toma más fuerza entre los investigad­ores es que el jubilado quería enviar un mensaje. Y es que aunque los artefactos que preparó minuciosam­ente “tienen la potencia suficiente para causar lesiones graves” –y en ciertas circunstan­cias incluso mas que eso–, “es difícil pensar en una intención de atentar”, dados los controles de seguridad a los que están sometidas las cartas amenazante­s: seguridad física, vigilantes con escáner, protocolos de recepción de paquetes. No obstante, prosiguen las mismas fuentes, “eran explosivos que viajaron por el tráfico de correos y pasaron por muchas manos: el sujeto ha asumido riesgos graves”.c

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Santi Otero / EFE Pompeyo González, el día de su detención por enviar cartas con explosivos

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