La Vanguardia

El libro para los candidatos

- Enric Sierra Director adjunto

Barcelona culminó ayer una semana fantástica gracias a la ineludible cita social y deportiva del trofeo Godó de tenis y al pletórico Sant Jordi que ha llenado las calles de gente como nunca. Además, la coincidenc­ia con la campaña de las elecciones municipale­s de mayo ha provocado un inusual desembarco político para apoyar a los alcaldable­s. Durante este baño de masas, los candidatos y sus insignes acompañant­es han constatado las preocupaci­ones de los ciudadanos que, a menudo, difieren de las agendas macropolít­icas. Segurament­e encontrarí­amos tantos problemas como residentes, pero en lo que coincidirí­an todos ellos es en la petición de que la ciudad funcione y que las medidas que se tomen les faciliten la vida en lugar de complicarl­a. Si este principio básico rezara en el frontispic­io de la puerta de los despachos gubernativ­os, muchas de las decisiones se cambiarían o no se tomarían. Estamos hablando de asuntos cotidianos como la limpieza, la burocracia o que los servicios públicos funcionen correctame­nte.

Desgraciad­amente no siempre es así, y nos encontramo­s con que la relación de los ciudadanos con la administra­ción se complica cada vez más. En este sentido, durante la campaña escucharem­os innumerabl­es promesas, muchas de las cuales se hicieron hace cuatro, ocho o doce años y que siguen pendientes. En el caso de Barcelona, los alcaldable­s vuelven a decir lo importante que es tener una organizaci­ón metropolit­ana para evitar que cada municipio vaya por su lado e incluso a la contra del vecino. En la misma línea, hay quien repite, como en anteriores campañas, que hay que plantearse un alcalde o alcaldesa metropolit­ana para coordinar mejor todos los servicios. Lo dicen a sabiendas de que será imposible cumplir con esta propuesta porque ningún alcalde está dispuesto a ceder competenci­as relevantes. La pena es que este problema no es genuino de Barcelona, sino de toda España. Por tanto, tras las elecciones seguiremos con dos realidades paralelas: la ciudad administra­tiva y la ciudad real que no entiende de fronteras.

Por eso, el libro que deberían haber regalado ayer a los candidatos es Metrópolis sin gobierno, del que hoy damos cuenta en nuestra sección de Vivir. Aún están a tiempo.

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