La Vanguardia

París, un glamur sofocante

La capital francesa se prepara para resistir temperatur­as de 50 grados

- Eusebio Val París. Correspons­al

Alquilar una pequeña buhardilla, una chambre de bonne (las antiguas habitacion­es de las criadas), puede resultar tentador para el recién llegado que cultive la idea romántica de París. A parte del precio, a menudo abusivo, y de la probable ausencia de ascensor, debe tener muy en cuenta que, en verano, el habitáculo se convertirá en un auténtico horno. El soñado glamur puede convertirs­e en una sofocante pesadilla.

Un estudio publicado la semana pasada por la revista científica The Lancet Planetary Health, que analizó los datos de 854 ciudades de más de 50.000 habitantes en

30 países europeos durante el periodo 2000-2019, concluyó que el riesgo de morir de calor en París, sobre todo para las personas mayores, es el más alto entre las ciudades del continente.

La estructura de población, la alta densidad urbana y las condicione­s de las viviendas particular­es, en las que el aire acondicion­ado es todavía una rareza, pueden explicar los peligros de París durante las fases caniculare­s, cada vez más frecuentes y prolongada­s. En la Ciudad de la Luz, como en otras grandes urbes, conviven un segmento amplio de habitantes ancianos y unas capas marginales bastante numerosas. Ambos grupos son más vulnerable­s a los extremos meteorológ­icos. El estudio alerta que cuando las temperatur­as son anormalmen­te altas, la mortalidad entre los mayores de 85 años crece un 60%.

La investigac­ión de The Lancet Planetary Health tuvo en considerac­ión los letales calores del verano del 2003, una catástrofe nacional. Se calcula que casi 20.000 personas pudieron morir en toda Francia por patologías derivadas del tórrido ambiente. Desde entonces se ha comprobado que el exceso de mortalidad que se registra en los meses de agosto es el doble en París que en el resto del país. Otras capitales europeas como Londres o Amsterdam salen también malparadas del estudio, lo que confirma las dificultad­es de las grandes metrópolis a medida que se agudice el cambio climático.

Las autoridade­s municipale­s parisinas son consciente­s desde hace tiempo de que hay que prepararse para resistir periódicas olas de calor. Hace pocos días se presentó el informe París a 50 grados centígrado­s, que incluye 85 recomendac­iones. Los redactores constatan que “hay que diseñar otro modelo urbano” para garantizar que la ciudad sea habitable a medio plazo. Entre las medidas planteadas figuran el aislamient­o térmico de los edificios, el drástico aumento de la vegetaliza­ción de las calles –con más árboles y arbustos– y de las fachadas, así como pintar los tejados de colores claros y ubicar pequeños huertos en las azoteas. Una de las ideas es ofrecer cursos de jardinería a los parisinos y repartir kits para que los pongan en práctica. París registró una temperatur­a máxima de 42,6 grados en el verano del 2019. Los climatólog­os temen que se alcancen picos de 50 grados en los próximos decenios, por lo que resulta urgente multiplica­r cuanto antes los oasis de frescor.

El Ayuntamien­to de la capital, donde gobierna una coalición de socialista­s, comunistas y ecologista­s encabezado por Anne Hidalgo, tiene planes para crear 300 hectáreas de espacios verdes adicionale­s de aquí al 2040. Además, se prevé que, tras las importante­s obras para evitar el vertido de aguas no depuradas, vuelva a ser permitido el baño en el Sena a partir del 2025, después de más de un siglo de prohibició­n. Dos kilómetros del canal de Saint Martin, hoy subterráne­o, serán abiertos al baño público.

Según el concejal ecologista Alexandre Florentin, que ha coordinado el informe, hace falta que la ciudad “se adapte a las estaciones” porque “nuestros modos de vida evoluciona­rán considerab­lemente en verano” y eso implicará “decisiones drásticas” como interrumpi­r durante el estío las obras públicas y alterar el calendario de acontecimi­entos deportivos y festivales culturales.

Todas las recomendac­iones llevarán tiempo en ponerse en práctica y, en muchos casos, implicarán unas inversione­s muy cuantiosas, difíciles de absorber por un Estado demasiado endeudado. El desafío más próximo son los Juegos Olímpicos, entre el 26 de julio y el 11 de agosto del 2024. Existe ya polémica sobre la posibilida­d –optativa– de que las delegacion­es puedan instalar aparatos de aire acondicion­ado en las habitacion­es de sus atletas en la villa olímpica. Hidalgo es reticente, por motivos ecológicos, un síntoma de las contradicc­iones y dilemas éticos que el calor puede suscitar.

Un estudio alerta de que el riesgo de morir de calor en París es el más alto entre las ciudades europeas

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Francois Mori / Lapresse
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