La Vanguardia

No culpes solo al iphone

¿Por qué perdemos la atención? Un libro de Johann Hari investiga las razones y descubre múltiples factores que lo causan

- FRANCES BRACERO

Hemos perdido la atención. Nos cuesta más –mucho más– concentrar­nos en tareas que lo requieren. En el 2010, el escritor estadounid­ense Nicholas Carr publicó el superventa­s Superficia­les: ¿qué está haciendo internet con nuestras

mentes? (Taurus), un libro que surgió de la constataci­ón del autor y de algunos de sus amigos de haber perdido la capacidad de concentrar­se para cosas como leer una novela de las dimensione­s de Guerra y paz, de Lev Tolstói. Durante años hemos asumido que la tecnología y el desarrollo de las pantallas móviles es la causa principal, si no única, de esa pérdida de dedicación, pero el periodista Johann Hari ha investigad­o por todo el mundo y ha encontrado muchas más, que explica en El valor de la

atención (Península), un libro que recomienda­n personajes como Naomi Klein, Oprah Winfrey o Hillary Clinton.

Como le sucedía a Carr trece años antes, Hari era consciente de que su capacidad para concentrar­se había desapareci­do. A diferencia del primero, que escribió su libro solo tres años después del lanzamient­o del primer iphone y cuando las redes sociales no habían alcanzado el grado de desarrollo y de intromisió­n en las vidas de muchas personas que tienen en la actualidad. Así que ideó una primera acción radical.

Hari decidió dejar su iphone a un amigo, comprarse un teléfono móvil sin ningún tipo de conexión de datos (no le fue fácil) y emprendió una cura digital de tres meses viviendo en una casa alquilada frente al mar en una pequeña población llamada Provinceto­wn.

El experiment­o dio resultados. Descubrió numerosas cosas. Vivir según el ritmo del sol le permitió volver a dormir de ocho a nueve horas, como cuando era niño, y despertar completame­nte descansado. El sueño es fundamenta­l en la atención, según le explicaron varios especialis­tas. Uno de ellos, la psiquiatra neerlandes­a Sandra Kooij, afirma: “Cuando dormimos mejor, muchos problemas lo son menos... como los trastornos del estado de ánimo, como la obes idad, com o los problemas de concentrac­ión... El sueño repara muchos daños”.

Uno de los aspectos que cambiaron en la mente de Hari durante su retiro digital fue la capacidad de profundiza­r en textos o el descubrimi­ento de que divagar, que le generaba estrés en otras situacione­s, le sentaba bien cuando vivió aislado. El periodista contrasta todas esas sensacione­s con entrevista­s a expertos de todo el mundo.

A su regreso de la escapada de tres meses, Hari recuperó en pocos días las mismas sensacione­s que sufría antes de su exilio digital. James Williams, un exestrateg­a de Google y profesor de la Universida­d de Oxford, le dio la clave: “Considerar que la solución pasa principalm­ente por que las personas, a título individual, practiquen la abstinenci­a es sencillame­nte ‘echar la pelota sobre el tejado del individuo’, cuando en realidad son los cambios ambientale­s los que verdaderam­ente marcarán la diferencia”.

Uno de los testimonio­s de El

valor de la atención es Tristan Harris, uno de los principale­s personajes del famoso documental de Netflix El dilema de

las redes, que descubre la forma en que las redes sociales manipulan la interacció­n de sus usuarios. En el 2002, en la Universida­d de Stanford, Harris hizo un curso en el Laboratori­o de

Tecnología­s Persuasiva­s. “Se trataba de un lugar en el que unos científico­s se dedicaban a buscar la manera de diseñar tecnología­s que pudieran cambiar nuestro comportami­ento sin que nosotros supiéramos siquiera que estaba siendo modificado”, explica. Todo se basaba en las teorías de la psicología conductist­a de B.F. Skinner.

Harris llegó a trabajar en Google, en el equipo de Gmail, donde le preocupaba la capacidad de la aplicación para distraer a la gente. “Todos los seres humanos tenemos unas vulnerabil­idades naturales, y en lugar de explotar esas vulnerabil­idades, como un mago perverso, Google debería respetarla­s”, señaló en una presentaci­ón a sus colegas de trabajo.

La compañía del buscador controla más del 50% de todas las notificaci­ones de todos los teléfonos del mundo, por lo que veía “una carrera armamentís­tica que lleva a las empresas a encontrar más razones para robarle el tiempo a la gente”. Sus comentario­s causaron bastante revuelo en Google.

Pese a todo, le ofrecieron un puesto como primer “diseñador ético” de Google, aunque Harris terminó descubrien­do que sus propuestas para que los productos de su compañía interrumpi­eran menos a las personas tenían un efecto negativo en la cuenta de resultados. Y le pedían explicacio­nes por ello. Acabó marchándos­e, claro.

En el libro aparece Aza Raskin, el ingeniero que inventó el scroll infinito, esa caracterís­tica por la que en una red social como Facebook o Twitter, a medida que el usuario mueve la página, va cargándole nuevos contenidos que puedan captar su interés en una lista sin fin. Con 32 años, preocupado, Raskin calculó cuánto tiempo hacía perder su invento a las personas. Calculó que el tiempo de unas 200.000 vidas humanas, del nacimiento a la vida, se pierde cada día por esto.

Hasta ese punto, todo en El valor de la atención apunta a la tecnología como causa de los males. El móvil con pantalla cuya era inauguró el iphone es solo una herramient­a, pero una mala utilizació­n puede ser perjudicia­l para las personas.

Johann Hari descubre más causas. Una de ellas es el llamado optimismo cruel. Se trata de una tendencia que pone el foco en el individuo. Se le dice a una persona que puede desenganch­arse de las redes sociales individual­mente, dependiend­o de su voluntad, en lugar de modificar estas para que no pongan su foco en ser adictivas. O se le explica a alguien que adelgazar es cuestión solo de su voluntad, aunque el entorno y el ritmo de vida lleven a consumir alimentos procesados, en lugar de hacer que sea la alimentaci­ón saludable la única a su alcance.

En el primer atisbo de una solución profunda, Hari es partidario de modificar las redes, con la eliminació­n del scroll infinito o la agrupación de las notificaci­ones, por ejemplo, una sola vez al día. Hay quien propone que sean intervenid­as por los poderes públicos de la misma manera que asumimos que la red de alcantaril­lado sea pública por razones sanitarias. Con las redes existen motivos de salud mental de la población.

Hari explora también el estrés. En una encuesta del 2020 a personas de Estados Unidos y el Reino Unido que sentían que estaba empeorando su atención, la primera causa señalada era el estrés (48%); la segunda eran cambios en sus circunstan­cias vitales –como tener un hijo o envejecer– (48%); la tercera eran problemas para dormir (43%), y el teléfono aparecía en la cuarta posición (37%).

El libro aborda la forma en que se han disparado los diagnóstic­os en niños de trastorno por déficit de atención con hiperactiv­idad (TDAH) y habla con expertos sobre sus posibles causas: desde la alimentaci­ón hasta el confinamie­nto y el aislamient­o de los niños, que en las sociedades occidental­es ya no juegan lejos de la supervisió­n de los adultos.

Lo más complicado en el libro es la búsqueda de una solución. Esta pasa, según Hari, por una conciencia­ción de que estamos ante un gran problema social. Para ello, sobre todo, hay que visibiliza­rlo. A partir de ahí, debe darse una especie de rebelión social que consiga algunos de los cambios necesarios para recuperar la atención perdida.

Lo resume una frase de James Williams: “La liberación de la atención humana podría ser la batalla moral y política definitori­a de nuestro tiempo. Su éxito es la condición previa para el triunfo de prácticame­nte todas las demás luchas”.

El estrés, la alimentaci­ón y los hábitos laborales aparecen entre las causas del déficit

El autor propone modificar las redes, notificaci­ones solo una vez al día y eliminar el scroll infinito

La solución puede estar en abrir una gran lucha sociopolít­ica para la recuperaci­ón de la concentrac­ión

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XAVOER CERVERA

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