Bajo la higuera
Todo el Gòtic está ocupado por los romanos, y los parisinos, y los neoyorquinos, y los valencianos, y los berlineses… ¿Todo? ¡No! Un patio poblado por irreductibles góticos resiste, todavía y como siempre, al invasor. Es Sant Jordi y estamos en el Antic Teatre, puro centro del barrio Gòtic, en un espacio delicioso que contiene los embates de las hordas de todas aquellas tribus. ¿Todas? Todas: también los de los barceloneses del norte, que en buena parte no han descubierto todavía que existe un Sant Jordi sin (tantas) aglomeraciones. Por eso se llama justamente off.
Ocupa el Antic Teatre, que justamente este 23 de abril celebra 20 años, y el verbo es más que preciso. Comenzó a funcionar en esa fecha y ahora aplaude que el Ayuntamiento de Barcelona ha iniciado los trámites para protegerlo, esto es, dejarlo como está, acorazado frente al insaciable apetito inmobiliario. Un edificio con jardín a escasos metros del Palau de la Música. Oro puro.
Ahora es oro de otra clase, con una programación alternativa – dirige Semolina Tomic– en la que quienes suelen tomar la palabra son los propios vecinos del Gòtic. Han publicado recientemente Deixar de prendre 4 pastilles, que recoge las voces de los artistas que han hecho crecer este lugar.
Ayer tomaba el patio la librería Calders, con las firmas de Lucía Lijtmaer, Borja Bagunyà o Albert Serra, entre otros. No pudo montarlas el año pasado, porque la lluvia –esa que ahora añoramos– convirtió el lugar en un barrizal. La higuera que crece en el centro parece sedienta.
La terraza era para On the Road, librería de segunda mano de la misma calle, que montó una pequeña parada, también off: libros a 1 o 5 euros. Solo pago en efectivo. En euros, eso sí.
La jornada fue ayer pletórica, con el brindis por los veinte años –“¡Comprad libros, coño!”, clamó, copa en mano, Mari Rodríguez, vedette y artista de referencia del Antic–, con una sesión de performance y, por la tarde, una lectura de poemas que encontró el escenario recién fregado. El show de la mañana, con Agnès Mateu, Juan Navarro y Roger Pelàez entre otros, acabó con una batalla de tartas. En realidad, monas: monas caducadas, llegadas desde el Kovent, en el Berguedà, donde se recopilaron entre las pastelerías que no las vendieron en Pascua. ¿Qué mejor final que el suelo de un teatro?.c