La Vanguardia

¡Si Orson Wells levantara la cabeza!

El test de un sistema de alerta nacional en el Reino Unido se convierte en un fiasco

- Rafael Ramos Bondres. Correspons­al

En 1938 Orson Wells hizo un serial radiofónic­o de la novela de ciencia ficción La guerra de los mundos , en el que los marcianos invadían la Tierra, de una manera tan realista que cundió el pánico en las calles de Nueva York. En 1949, Radio Quito de Ecuador puso en antena algo parecido, incluso con actores que simulaban ser bomberos y policías, y la gente, al enterarse de que no era verdad, se enfadó tanto que provocó un incendio en el edificio sede de la emisora, y murieron cinco personas. El domingo, el Gobierno británico experiment­ó con un nuevo servicio de emergencia nacional para advertir de desastres climatológ­icos o ataques terrorista­s... ¡y lo único que consiguió es ser el hazmerreír de la nación!

Ponerse de acuerdo sobre a qué hora y que día tenían que sonar y vibrar al unísono los teléfonos móviles, tabletas y aparatos electrónic­os de todo el país ya fue una odisea. Los teatros se opusieron a que fuera en medio de una función, por razones obvias. La liga de fútbol advirtió del peligro de una estampida si las masas pensaban que ocurría algo en medio de la semifinal de Copa. Tampoco podía coincidir con el maratón de Londres, no fuera que hiciera perder el ritmo a los atletas. El club del automóvil pidió que mejor no fuera en hora punta, porque los conductore­s podrían alarmarse (por otra parte el objetivo por definición de un sistema de alarma), distraerse y ponerse a mirar el mensaje, dando pie a accidentes. Los responsabl­es de las perreras, avisaron que los animales empezarían a ladrar como locos. Los de las residencia­s de ancianos, que se asustarían y podrían sufrir infartos. Las mujeres víctimas de abusos domésticos, que revelaría la existencia del teléfono que esconden de sus parejas por si sufren un ataque...

Al final, entre unas cosas y otras y con tantos inconvenie­ntes, el Gobierno optó por el domingo a las tres de la tarde, antes de que quienes habían salido a pasar el fin de semana se lanzaran a las carreteras, y cuando solo había un par de partidos de fútbol y rugby (donde, con el ruido ambiental, no se oyó absolutame­nte nada). Pero todo el experiment­o perdió en gran medida el sentido, porque en días anteriores la BBC y los periódicos se dedicaron a explicar a la gente con todo lujo de detalles cómo hacer para que no les sonara el móvil: apagarlo, ponerlo en modo avión, o ir a ajustes, y ahí cancelar las emergencia­s. En fin, todo lo contrario de lo que se trataba, que era preparar a los británicos por si hay un ataque de Putin con armas químicas o nucleares (cibernétic­o no, porque entonces los móviles no sonarían), un tsunami, un terremoto, un gran incendio, un desastre medioambie­ntal, sucesos que pongan en peligro las vidas...

Se hizo en cualquier caso el test a la hora prevista... más o menos. Ese fue el primer traspiés, porque tenía que ser a las tres en punto, y en algunos móviles (dependiend­o del operador) sonó por adelantado a las 14.59 horas, y en otros con retraso, a las 15.10 horas. Se suponía que el ruido y la vibración durarían diez segundos, pero fueron apenas cinco. Y la versión en galés estuvo mal traducida. En vez de decir “esto no es una emergencia de verdad, pero si lo fuera habría de seguir las instruccio­nes y ponerse a salvo, usted y los suyos”, decía “poner a salvo su ombligo”. Quienes hablan este idioma se echaron unas risas a costa del Gobierno.

El primer ministro, Rishi Sunak, había exhortado a los británicos a no hacer caso de la prensa y no apagar los móviles, en parte debido a la necesidad de justificar los treinta millones de euros que ha costado el experiment­o, cuyo objetivo era probar si, en medio de un ataque terrorista o desastre medioambie­ntal, se podía hacer llegar un mensaje a la ciudadanía en menos

Todos los teléfonos móviles del país tenían que sonar a las tres, pero unos lo hicieron con retraso y otros por adelantado

de quince minutos. No ha quedado claro, porque millones de teléfonos estaban desconecta­dos, y a muchos que sí lo estaban les llegó con adelanto o con retraso... La metáfora de un país que no funciona, donde enfermeras, funcionari­os públicos, médicos y conductore­s de tren llevan meses de huelga, sin final a la vista.

El único consuelo de Londres es que no es la primera vez que un test de este tipo sale mal.

En el 2018, el gobierno estadounid­ense metió la pata y advirtió a los hawaianos de que un misil iba en su dirección. Y hace poco los jubilados de Florida se despertaro­n a las 4.45 horas de la mañana con sus móviles gritando como descosidos... Pero también hubo algún efecto favorable: a ningún ladrón se le ocurrió robar a las tres de la tarde, no fuera que se le olvidara apagar el teléfono y delatara su presencia.c

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OLI SCARFF / AFP

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