La Vanguardia

Pequeños peces suicidas

- Antoni Puigverd

Llevo años escribiend­o que la hegemonía ideológica en España correspond­e al aznarismo. Aunque el PP esté en la oposición, lejos de la Moncloa. Hablo de hegemonía en el sentido gramsciano, que se refiere, más que al poder, a la dirección moral de un país. Tras la modernizac­ión de Felipe González, la gran mayoría de los españoles de matriz castellana desembocar­on (incluso sin votarlo) en las tesis de Aznar, reacio al título VIII de la Constituci­ón desde el año 1978. Evitar que las autonomías erosionara­n la uniformida­d y limitar la normalizac­ión de las lenguas considerad­as menores. En esta visión, los tópicos del Estado liberal y los sentimient­os nacionales de la inmensa mayoría de castellano­hablantes concuerdan como un guante. Continuand­o un legado del siglo XIX que había atravesado regímenes muy diversos, Aznar repropone la visión uniformist­a en los años duros de ETA, desembaraz­ándose de los vagos complejos de culpa que, a causa del franquismo, dicha visión arrastraba.

Desde los años de Aznar, esta visión es muy mayoritari­a, como lo es entre los catalanoha­blantes la llamada visión nacionalis­ta: idéntica (si cambiamos el uniformism­o castellano por el catalán) y, a la vez, antagónica. Que la visión uniformist­a española no sea considerad­a nacionalis­ta demuestra que el uniformism­o es tan fuerte y goza de tan escasa crítica interna que puede percibirse a sí mismo como “natural” hasta el punto de atreverse a demonizar como “artificial”, “construida” o “supremacis­ta” la visión opuesta, aunque gemela.

La visión aznariana va mucho más allá del PP. En un momento dado, Ciudadanos fue su quinta esencia. Y Vox, guardián de su pureza. Muchos sectores del PSOE temen contradeci­rla, acomplejad­os (lo mismo, aunque al contrario, ocurría en Catalunya durante el procés). El PSOE gana elecciones porque aprovecha los grandes errores del PP: la gestión de los atentados de Atocha explica la victoria de Zapatero; y la corrupción del PP, la presidenci­a de Sánchez. La hegemonía aznariana puede ser asfixiante (sobre todo en los medios) y genera reacciones alérgicas en las periferias geográfica­s o sociales de toda España. Pero la suma nunca es constructi­va, sino meramente táctica. Enseguida entra en contradicc­iones, como ocurre ahora.

Las encuestas aseguran que Sumar podría ser tercera fuerza si se asociara con Podemos. Ello permitiría la repetición de la coalición de izquierda, evitaría el retorno “natural” del PP y daría un margen de tiempo a una visión alternativ­a de España. Permitiría reconstrui­r las bases de una nueva pluralidad. Una nueva hegemonía. No deja de ser curiosa la tendencia autodestru­ctiva de las izquierdas y de los actores periférico­s. Más allá de los sueños idealistas, solo existen dos visiones posibles de España: la uniformist­a y la plural. La uniforme siempre hace los deberes: progresa incluso cuando sus paladines pierden. La plural tiende al fratricidi­o. Por eso el pez gordo en España se zampa tan fácilmente a los pequeños.

El uniformism­o español progresa incluso cuando sus paladines pierden

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