La Vanguardia

Más ruido que nueces

- Màrius Carol

españa es un país ruidoso: pocos países soportan tanto griterío en la política, en las tertulias radiofónic­as o en las redes sociales. A menudo, escuchando a la derecha parece que estemos a las puertas del Apocalipsi­s. en ocasiones, la izquierda para explicarno­s que no estamos tan mal nos riñe innecesari­amente. ignoro si todo este alboroto obedece a los estados de ánimo de nuestros líderes o simplement­e al gusto por dramatizar la vida cotidiana. según el instituto Nacional de estadístic­a (ine), que es un organismo serio, resulta que dos de cada tres personas (67,3% para ser más exactos) se sintieron felices “siempre o casi siempre” en el 2022, a pesar de la inflación, la tensión internacio­nal y los discursos catastrofi­stas. Por cierto, la valoración sobre la situación económica se mantiene en niveles del 2018 y es puntuada

Dos de cada tres ciudadanos se sienten felices, según la última encuesta del INE

con un 6,3 sobre 10, lo que, con la que está cayendo, no está nada mal.

como nos advierte la ciencia, la felicidad es un bienestar limitado en el tiempo, que contrasta con otros momentos en que no nos sentimos tan bien. como explica el profesor Albert Figueras en uno de sus libros, los momentos de felicidad son efímeros, puesto que el cerebro tiene una manera especial de operar: si algún estímulo dura demasiado, dejamos de prestarle atención o no lo encontramo­s tan placentero: “Dos semanas de felicidad, 24 horas al día, se volverían insoportab­les”.

ciertament­e, el dinero no da la felicidad, pero contribuye a ello. en la encuesta del ine, el número de personas que se sienten felices aumenta con el nivel de ingresos. el porcentaje sube al 70,7% en aquellos que tienen salarios altos, frente al 61,3% de las rentas bajas. sorprende que la edad sea otro factor de corrección: a partir de los 65, cuando la jubilación debería permitir más tiempo para disfrutar de tiempo libre, se agria la percepción de la felicidad.

Tierno Galván dijo en una ocasión que la gente está más satisfecha de lo que posee que de lo que es. Y la encuesta parece refrendarl­o. Pero sobre todo lo que manifiesta es que la felicidad de la gente no la determinan los políticos de mal agüero, ni los periodista­s enrabietad­os. Así que unos y otros mejor que bajen la voz y midan más las palabras.

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