La Vanguardia

Se apaga la voz de la continua rebelión

Muere en Manhattan, a los 96 años, Harry Belafonte, el cantante y actor que solapó su éxito con el activismo

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York, Correnpons­al

Harry belafonte, que rompió barreras raciales, entendió su música no solo como cuestión de dinero y fama. su figura como cantante y actor le sirvió para ayudar en la lucha por los derechos civiles y poner el foco en los desposeído­s.

belafonte, apellido que se conjugaba en el negocio del show y en el activismo, falleció este 25 de abril en su casa del Upper West de Manhattan, a los 96 años, por una insuficien­cia cardíaca congestiva, según Ken sushine, su portavoz.

en un tiempo en que la segregació­n estaba muy extendida y las caras negras eran aún una rareza en la pequeña y gran pantalla, su ascenso a lo más alto en el mundo del espectácul­o fue histórico. si bien no fue el primer artista que trascendió los límites raciales –louis Armstrong o ella Fitzerald, entre otros, le precediero­n en el estrellato–, ninguno causó tanto revuelo como él. “Durante años, nadie en la música, blanco o negro, fue más grande”, remarcó The New York Times.

su legado, sellado con el lanzamient­o en 1956 de Calypso, álbum cumbre que despertó fiebre por el sonido caribeño, se extendió más de sesenta años, cimentando el estatus de leyenda. Pero su trabajo artístico y su labor humanitari­a se solaparon a menudo. “el papel del arte no es solo mostrar la vida como es, sino como debería ser”, afirmó.

era hijo de su época convulsa en estados Unidos. confidente íntimo del reverendo Martin luther King, el mítico cantante de Day-o hizo de enlace entre el movimiento de los derechos civiles y las capitales del entretenim­iento, Hollywood y Nueva York. empleó su relevancia para promover la lucha contra el apartheid en sudáfrica y contra el hambre. Una vez dijo que su vida había sido un ejercicio de “continua rebelión”.

Arremetió contra presidente­s de ee.uu. por no hacer lo suficiente para acabar con la miseria en el país o poner fin a los conflictos en el extranjero.

criticó a George W. bush por la invasión de irak en el 2003 y provocó furor al comparar a colin Powell, secretario de estado, con “un esclavo doméstico”. sus reproches también los dirigió a barack obama, el primer presidente negro, del que lamentó que, “a pesar de su suavidad e intelecto, parece carecer de una empatía fundamenta­l con los desposeído­s, ya sean blancos o negros”.

sus detractore­s le emparenta ron con líderes de la “izquierda opresiva”, como el cubano Fidel castro o el venezolano Hugo chávez. “No soy un artista que se ha convertido en activista. soy un activista que llegó a ser artista”, acostumbró a definirse.

Belafonte nació en 1927 en Nueva York, en una familia de inmigrante­s de Martinica (su padre Harold George bellafanti, chef de profesión) y Jamaica (su madre, Melvine, ama de casa), que creció pobre en la era de la Gran Depresión en Harlem, barrio desde el que se proyectó, sin evitar reproches de colectivos negros al casarse en segundas nupcias con una blanca o porque en sus inicios atribuyó su éxito a su piel “más clara”.

Tras servir en la Armada (se alistó en 1944), estudió interpreta­ción en la Dramatic Workshop. coincidió en clase con Marlon brando, Walter Mathau y sidney Poitier, con el que forjó una amistad de por vida.

A su vez, empezó a cantar en night clubs de la Gran Manzana. sus actuacione­s en el Village Vanguard le abrieron las puertas a un contrato en 1952 con rca Victor. su primer hit sería Matilda. en 1954 interpretó en broadway y logró un Tony (equivalent­e a un oscar). Fue el primer actor y músico negro que

Amigo de Luther King, logró ser venerado por blancos y negros, pero su éxito no estuvo exento de polémicas

alcanzó esa cima. Y entonces llegó Calyspo, que estuvo 31 semanas en el número uno.

De aspecto viril y voz ronca, belafonte trepó en la fama con una sensualida­d descrita como audaz que le permitió burlar los tabúes sexuales en plena era de separación de razas.

Siempre parecía encantador, mostrando el torso gracias a camisas desabrocha­das. Una vez que la industria levantó la prohibició­n de las interrelac­iones sexuales en las películas, él protagoniz­ó un flirteó con Joan Fontaine en Una isla al sol (1957).

Seis años después de ganar el Tony, volvió a hacer historia al ser el primer productor que se llevó un emmy por el programa Tonight with Belafonte, un especial de la cbs sobre la historia de los negros estadounid­enses a través de la música.

“Nunca había habido un cantante que fuera popular entre audiencias blancas de clase media y con el público negro”, declaró el crítico Henry louis Gates jr. “belafonte –añadió– fue un agente de cambio, la voz musical de los derechos civiles”.

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Victoria Will / Lapresse Harry Belafonte en el festival de cine de Sundance en el año 2011

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