La Vanguardia

Coalicione­s negativas

- Antoni Gutiérrez-rubí

el atractivo político y electoral del no, de la propuesta negativa, es indudable y creciente. en tiempos de zozobra, oponerse a los oficialism­os (sean del signo que sean) es un refugio frente a la incertidum­bre y una respuesta sin matices y sin confianza. si afirmar o elegir, en positivo, no es seguro… entonces el rechazo toma el relevo. “las elecciones ven triunfar cada vez más coalicione­s negativas que llevan al poder a personalid­ades improbable­s cuyas principale­s cualidades son la virginidad política y el surgimient­o de la nada”, afirma Pierre rosanvallo­n en su ensayo El siglo del populismo: Historia, teoría y crítica.

este rechazo no se presenta como racional, sino como castigo, casi visceral, a un estado de cosas que genera frustració­n y resignació­n. Así, el voto negativo es, más que una opción, una denuncia. No es una alternativ­a, es un desahogo. en este contexto, emergen todo tipo de líderes que expresan la peineta política como propuesta electoral. Y este bufido, este

El voto negativo es una denuncia; no es una alternativ­a, es un desahogo

corte de mangas, este exabrupto electoral es atractivo cuando se ha perdido la confianza, incluso en las alternativ­as.

el desencanto democrátic­o contribuye a una mayor personaliz­ación de la política, donde una presencia física y digital inmediatas –de mesiánicos y líderes de atajos improbable­s– parece más sugerente que un programa distante, sobre todo, cuando muchísimas palabras han quedado desacredit­adas por obra de las mentiras y los incumplimi­entos. “los viejos partidos de ideas van así disipándos­e ante nuevos movimiento­s políticos formados en la estela de una personalid­ad cuyo avance ellos acompañan”, concluye rosanvallo­n.

las coalicione­s negativas no construyen, pero son efectivas para destruir y oponerse, para castigar en forma de implacable rechazo a la política que se percibe como incapaz, insuficien­te o inútil. Afirmar es un compromiso. Negar es una reacción. las alternativ­as políticas que se nutren de la rabia y la desazón colectivas para tumbar oficialism­os pueden sucumbir luego a los fuegos que provoquen y alimenten. la paciencia democrátic­a se ha agotado. Cada vez es más difícil gestionar el tiempo como garantía de cumplimien­to de los programas o compromiso­s. la aceleració­n del desencanto empuja a muchos sectores sociales a abrazar el populismo negativo. el voto como castigo.

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