La Vanguardia

Muchos habitantes abandonan la ciudad cuando los ataques rusos se agudizan

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nos de cinco kilómetros del centro de oríjiv, que desde entonces es atacado sin parar. son muy pocas las edificacio­nes que no han sido alcanzadas por los cohetes o sus esquirlas. “Hay días que hemos llegado a tener tresciento­s ataques, ¿puede creerlo?”, dice najedna, que también trabaja en el refugio. ella siempre tiene una mochila cerca por si tiene que pasar días en el sótano.

muchas casas han sido dañadas en cinco o seis ocasiones. la destrucció­n es tan grande que muchos de los hombres que se quedaron en el pueblo dedican su tiempo, cuando los ataques lo permiten, a reparar los daños. “muchas veces tenemos que usar los plásticos de las carpas que nos traen de ayuda humanitari­a para tapar ventanas o techos”, dice Konstantín, de 50 años. de lejos se oyen disparos de artillería lanzados a pocas calles de distancia. son ucranianos. “Ya estamos acostumbra­dos”, agrega este hombre que el lunes estaba reunido con un grupo de hombres a las afueras de la sede del gobierno, atacada en varias ocasiones. en el sótano opera un centro de distribuci­ón de algunos productos básicos como agua o materiales de construcci­ón. el mercado, que estuvo operativo durante mucha parte de la guerra, está destruido. al igual que otros comercios.

por el centro de la ciudad solo transitan algunos soldados y algún ciudadano que se dirige a la estación de bus, que todavía opera una vez al día. esta soledad y destrucció­n contrasta con los tulipanes rojos y el verde del campo que de repente le ha dado al paisaje un toque de optimismo. “estamos seguros de que vamos a tener una gran victoria”, dice liuba, que agradece la visita: “es importante saber que no nos han olvidado”.c

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