Cómo Rusia y China nos engañan
Durante el último año, Europa ha sufrido más de 600 ataques desinformativos para confundir y debilitar a su población
Rusia y China han lanzado unos 600 ataques desinformativos contra países, organizaciones y personalidades occidentales en el último año, según un recuento del servicio de Acción Exterior de la UE, un ejército levantado para combatir la propaganda y la manipulación informativa.
Estos ataques llenan el espacio comunicativo de noticias falsas con el objetivo de dividir y debilitar a las sociedades occidentales. Emplean decenas de idiomas y de técnicas. Se lanzan de manera coordinada a través de más de 600 canales, muchos de ellos controlados por agentes estatales rusos y chinos. Estos canales utilizan las redes sociales y decenas de medios de comunicación digitales afines al Kremlin y al Partido Comunista Chino, como RT y Sputnik. En España destaca Diario Octubre, que, al reproducir el contenido de RT, evita que el veto de la UE a este canal de televisión sea efectivo.
Cada ataque, y hay más de uno al día, se inicia con una información falsa que se lanza de forma simultánea desde diversos canales contra poblaciones situadas en los principales mercados informativos occidentales. Allí se apoyan en diversos aliados, bots humanos y artificiales, analistas y tertulianos, influencers y cabeceras generalistas, que magnifican el impacto.
La mentira viaja cuatro veces más rápido que la verdad. Esto facilita que desde el momento de su lanzamiento hasta que el contraataque logra neutralizarlo pasan una media de 37 horas.
“Nuestra contranarrativa –explica una de las expertas del servicio de Acción Exterior– ha de llegar a las mismas personas que han recibido el ataque. No es fácil convencerlas de que han sufrido un engaño porque a nadie le gusta reconocerlo”.
Más efectivo que convencer a estas personas es impedir el ataque. Para ello es necesario construir unas defensas capaces de anticiparlo. Acción Exterior, un servicio que depende de Josep Borrell, responsable de la diplomacia comunitaria y vicepresidente de la Comisión Europea, colabora con la OTAN y los servicios secretos de los países del G-7. Utiliza las herramientas que sirven para combatir el cibercrimen. Con ellas identifican al agresor y las técnicas que ha utilizado para difundir el contenido falso. Cuando se fija el patrón del ataque se diseña el patrón de la defensa. La combinación de toda esta información permite, en algunos casos, detectar la ofensiva de forma preventiva.
La prioridad de estos ataques es distraer y confundir a las sociedades occidentales. También dividirlas y debilitarlas en temas sensibles como la inmigración y el coste de la vida. El Kremlin, por ejemplo, culpa de la inflación de la energía y los alimentos a las sanciones de Estados Unidos y la Unión Europea, no a la invasión de Ucrania.
Joan Julibert, profesor de la Universitat de Barcelona experto en comunicación y autor de El poder de la mentida (Edicions Saldonar), opina que “Rusia necesita desestabilizar las democracias occidentales y los periodos electorales son un buen momento porque la información entra en un estado de excepción al imponerse la propaganda”.
Las representaciones diplomáticas rusas forman parte del amplio ejército de desinformación que el Kremlin utiliza contra Europa, al menos, desde hace diez años, cuando la revolución de la Euromaidan alejó a Ucrania de su esfera de influencia. La embajada rusa en Madrid formaría parte de este ecosistema, que cuenta con la colaboración de los medios chinos para amplificarla.
Expuestas a esta ofensiva constante, las poblaciones occidentales pierden la capacidad de discernir la realidad de la ficción. Es más, como explica el investigador Johann Hari, autor de El valor de la atención (Península), la mentira se asienta. “El conflicto nos atrae más que el acuerdo –dice–. En las redes vemos más cosas malas que buenas, más el enfado que el agrado”. Se instala la negatividad en un entorno comunicativo tan agresivo, con bombardeo incesante de información por todo tipo de canales, que nuestra capacidad de atención se deteriora hasta el extremo de no poder leer un libro. A Hari no le extraña que “esta crisis de atención coincida con la peor crisis de la democracia desde los años treinta”.
Sin poder prestar atención a los temas más importantes, los que exigen una mayor reflexión, tampoco podemos entender lo que pasa y somos más vulnerables a la desinformación. La democracia,
Un centenar de ataques desinformativos de Rusia y China Incidentes entre octubre y diciembre 2022
La desinformación aprovecha nuestra menor capacidad de atención y socava la democracia
por lo tanto, se deteriora.
Julibert, aun así, se muestra optimista. Afirma que no nos sucede nada que no hubiera pasado en los años treinta, cuando el cine, por ejemplo, fue un arma de la propaganda fascista y estalinista. “Hoy tenemos sociedades más formadas que entonces, y entonces se logró superar el peligro de la propaganda”. “Conseguirlo ahora –añade– exige autorregulación, la producción de información con un sello de veracidad, el convencimiento de que la información es un bien de interés general, no solo un bien privado del que debe sacarse el máximo beneficio”.