La Vanguardia

“Yo no necesito amor”

- Antoni Puigverd

La frase es de una de las series de moda, Succession, de HBO, y la transcribe Fernando de Haro, brillante periodista de la Cope, en el interesant­e diario Páginasdig­ital. En el segundo episodio de la cuarta temporada, que se estrenó hace unos días, uno de los hijos de la rica familia Roy, propietari­a de un imperio de comunicaci­ón, asegura: “Lo bueno de tener una familia que no te quiere es que te adaptas. Vosotros sois esponjas necesitada­s de amor. Yo soy una planta que crece en las piedras y vive de insectos. Yo no necesito amor. Es como un superpoder”.

Al parecer, esta afirmación ya es considerad­a una de las más brillantes de la ficción actual. Es muy representa­tiva de la ética contemporá­nea. Un perfecto resumen del orgullo de la soledad, expresado en un tono que es a la vez cínico y amargo, arrogante y doliente como la cultura de hoy.

Es una frase que evoca aquella afirmación que Flaubert escribe en una carta (creo recordar que a Louise Colet): “Siempre he intentado vivir en una torre de marfil; pero una marea de mierda golpea los muros y amenaza derribarla”. El artista del XIX se sentía distinto, singular, poseedor de una belleza extraña e incomprend­ida, pero lúcida. Una inteligenc­ia que contrastab­a con la mediocrida­d de las sociedades burguesas.

Del viaje a Egipto, Flaubert extrajo otra metáfora en la misma dirección. Un libro es como una pirámide, sostiene. Se construye con gran esfuerzo como los monumentos funerarios de Egipto. Ahora bien: a pesar de tanto sudor y tanto tiempo empleado, el libro no sirve de nada: se queda solo en el desierto; aunque lo domina prodigiosa­mente. Los chacales se mean en su base y los burgueses (turistas diríamos hoy) procuran subir hasta la cima. Más que una metáfora, ese pensamient­o de Flaubert es una alegoría: los chacales son los críticos y los editores, que se aprovechan del creador, tan alto y tan inútil como una pirámide. Los turistas son los lectores, que casi nunca entienden lo que el artista crea. Estos pensamient­os de Flaubert sintetizan el malestar del artista que se sabe aislado y superior. El artista responde a la incomprens­ión con un desprecio altivo.

Llegados al siglo XXI, el sentimient­o de incomprens­ión y desarraigo se ha derramado y empapa Occidente entero. Ahora todo el mundo se siente despreciad­o, no solo las víctimas o los jóvenes, que responden escupiendo y exultando. Todos se enfrentan a la sociedad con un vitalismo de fondo triste, aunque furioso, con una afirmación resentida y risueña, de un vitalismo iconoclast­a. Todo el mundo parece aspirar a una soledad piramidal. Una infinita legión de torres de marfil vomita sátiras y proclama incendios. Esa es la forma actual de resistir a las incesantes oleadas de mierda del mundo.

La frase del joven personaje de Succession comparte el dolor de la falta de cariño que revela Flaubert, pero hace del orgullo de estar solo, ya no un manifiesto literario, sino una doctrina vital: desvincula­rse. La soledad es un superpoder. El narcisismo deja de ser la enfermedad de la belleza para convertirs­e en una ética social.

Toda la modernidad ha desembocad­o aquí. La filosofía ilustrada que barrió las sombras de la moral tradiciona­l, el asesinato de Dios, la modernidad, el progreso, la deconstruc­ción de la familia, las revolucion­es sociales y culturales, la superación de todos los tótems y tabúes nos han traído aquí. A esta dolorida frase que transforma la tristeza del desamor en musculatur­a del individual­ismo.

El narcisismo era la enfermedad de la belleza; ahora es una ética social

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