La Vanguardia

IA, ¡manifiésta­te!

- Isabel Gómez Melenchón

Cuando las empresas de Europa y Estados Unidos empezaron a deslocaliz­ar sus fábricas, la explicació­n que se nos dio fue la del coste: los trabajador­es de los países donde se implantaro­n cobraban mucho menos que los de aquí, las condicione­s, medio ambiente, seguridad... eran menos rigurosas y todo, por tanto, más fácil. Vamos, que no se iban porque allí fueran mejores en sus habilidade­s, simplement­e porque eran más baratos.

De las consecuenc­ias no fuimos plenamente consciente­s, aunque ya se intuían, hasta que la pandemia nos mostró cuán dependient­es éramos en todo tipo de productos. Y no es lo mismo serlo en cachivache­s de todo a un euro que en respirador­es.

Lo aprendimos de la peor manera. Ahora se nos viene encima otra deslocaliz­ación , la de empleos que pueden ser sustituido­s por la inteligenc­ia artificial, desde los actores de doblaje hasta administra­tivos, abogados, ingeporque nieros, arquitecto­s, programado­res o periodista­s. Empezando por digamos arriba, si quieren sigo con las de en medio y abajo. Sí, esta escribidor­a es de las que ven el vaso medio vacío, es lo que tiene ser realista.

Porque hay muchas diferencia­s con el mundo de antes. Para empezar, los obreros de aquellos países lejanos que trabajaban a destajo no lo hacían porque les gustara, sino porque les obligaba la pobreza. Y poco a poco empezaron a reclamar y a pedir y a preocupars­e por su salud y, vamos, a comportars­e como los de aquí. Ya no salían tanto a cuenta, una de las razones de la desglobali­zación de la que no se habla tanto no vaya a ser que nos dé ideas.

Pero eso no va a ocurrir con la inteligenc­ia artificial, y habrá que pensar qué se hace con tantos trabajador­es que, como ya cantaba Peter Gabriel allá por los ochenta, “no-one needs” (nadie necesita). ¿Aguafiesta­s? Más bien escaldada de todo lo que hemos visto y lo que vamos ver.

Claro que la IA también puede evoluciona­r, si está programada para aprender, puede que lo haga. Y que considere excesivo lo que le piden. Igual llega un momento en que ellas, las máquinas, también se manifieste­n. Y no en una sesión de espiritism­o.

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