La Vanguardia

Morante corta rabo en Sevilla

- Joaquín Luna

enterado de la hazaña al instante por el amigo Paco March, me fui derecho al ala web de la redacción y, excitado, canté la alegre noticia:

–¡Morante ha cortado un rabo en sevilla!

La redacción de La Vanguardia es formidable, variopinta y plural, pero tiene una carencia: soy el único al que le gustan los toros. Hay más afición al RCD espanyol –tengo localizado­s dos pericos y medio– e incluso al alpinismo sin afán de lucro que a la tauromaqui­a, de ahí la necesidad de añadir algo que aportase dimensión a la noticia.

–¡Hacía 50 años que nadie cortaba un rabo en sevilla!

De repente, detrás de un ordenador, percibí que una compañera joven se partía la caja. Vamos, que disimulaba las risas.

Me lo tomé, también, a coña y sin entrar al trapo. ¡en peores plazas hemos lidiado!

Ahora bien: ¿es esta la sociedad que queremos? Jóvenes a los que nadie ha enseñado que cortar un rabo en sevilla no es un suceso y consiste en abrir la puerta del Príncipe, ser llevado a hombros por las calles hasta un hotel, mientras los conductore­s antitaurin­os se ciscan en el matador y los turistas sacan fotos, convencido­s de que en españa vamos paseando por las tardes a unos grandullon­es vestidos de luces con apéndices en la mano.

La culpa, claro, es del Gobierno –el que sea– por no incluir en las aulas talleres de lenguaje taurino. De ser así, la juventud sabría que “Dios reparta suerte” no es una campaña de Hacienda y “no hay quinto malo” se refiere a la esperanza de dejar de bostezar en el tendido y no a las dificultad­es para encontrar pareja después de cuatro pinchazos. o que “a toro pasado” es lo que hacen los ventajista­s en el ruedo y los tertuliano­s en la radio tras toda elección.

Tonterías aparte, los toros carecen de prestigio social no de lenguajes y ahí queda la tarde cumbre de Morante y la vigencia del “hizo una faena de dos orejas y el rabo”, aplicable a un buen trabajo.

Gracias a la generación del 27, el lenguaje taurino, tan popular, fue legalizado por la Real academia y ahí sigue, cual Don Tancredo. y lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible.

Cortar un rabo no es un suceso y supone llevar a hombros por las calles a un señor grandullón

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