La paradoja de los coches ‘sostenibles’: así deforestan la selva de Indonesia
La riqueza de sus tierras pone a un pueblo de las Molucas entre la espada y la pared
Durante la guerra de la Independencia, los generales napoleónicos que llegaban a los pueblos españoles decían: “Estamos aquí para traer la libertad, pero al primero que se desmande lo fusilamos”. Algo parecido sucede hoy con la paradoja de la compañía Tesla y otras empresas de coches eléctricos, asegura Caroline Pearce, la directora de Survival Internacional, una oenegé que defiende los derechos indígenas y tribales.
“Es espantoso –dice Caroline Pearce– que las empresas de coches eléctricos vendan a los clientes una promesa de consumo ético, mientras sus cadenas de suministro destruyen a pueblos indígenas no contactados. No es en absoluto sostenible causar la muerte de comunidades que viven y quieren seguir haciéndolo de forma autosuficiente. Tampoco es respetuoso con el clima arrasar la selva de los hongana manyawas”.
Los hongana manyawas, o gente del bosque, son uno de los últimos pueblos nómadas de cazadores y recolectores de Indonesia. Viven en las zonas más agrestes de la isla de Halmahera, la mayor del archipiélago de las Molucas, en el Pacífico. Su población total se calcula en unas 3.000 personas. Entre 300 y 500 de ellas han renunciado a la asimilación y viven en la selva, rehuyendo cualquier contacto con el mundo exterior.
Ese mundo exterior solo ha traído problemas para aquellos de su comunidad que no han seguido el mismo ejemplo: la importación de enfermedades, la aculturización y la destrucción de su hábitat. Pero no hay en Indonesia ni en Halmahera una selva lo suficientemente profunda para proteger a los últimos hongana manyawas no contactados. Sus tierras son muy ricas en materiales como el níquel o el cobalto.
Y estos elementos son muy útiles para las baterías de los coches eléctricos. Varias firmas, entre ellas Tesla, la mayor empresa del sector del mundo, apoyan y financian los planes del Gobierno de Indonesia para hacer de este país uno de los principales productores de baterías para la movilidad verde. Las actividades extractoras supondrán la destrucción “de vastas zonas selváticas del interior de Halmahera”, dice Survival.
Para esta organización resulta contradictorio que la gente del bosque vea su universo en peligro, “destruido por empresas que buscan proyectar una imagen ecológica y que dicen defender un estilo de vida sostenible para personas que viven a miles de kilómetros de distancia”. Weda Bay Nickel y la minera francesa Eramet tienen desde el 2016 “una enorme concesión que invade los dominios de los hongana manyawas”.
Imágenes de satélite, que se pueden ver en nuestra web, demuestran la deforestación que ha experimentado el reino hongana en los últimos seis años. Millones de espectadores en todo el mundo se conmovieron con la historia de ficción de Avatar (2009). Pero no hace falta ir al cine para hallar casos muy reales y con sorprendentes semejanzas con la película de James Cameron: pueblos que intentan defender sus tierras frente a las ambiciones ajenas.
Esta sería una gran historia para Hollywood. Reúne todos los ingredientes para una superproducción épica: un pueblo amenazado, una lucha desigual... Seres que no renuncian a la naturaleza ni a las costumbres de sus mayores. Que enseñarán a sus hijos y a los hijos de sus hijos a plantar un árbol cuando sean padres: el cordón umbilical se enterrará junto a las raíces. Así crecerán juntos, hermanados, árboles y humanos. Pero no es una película. Es la vida que quieren vivir los hongana manyawas.
La energía verde y el consumo ético de algunas marcas tienen un lado oscuro: el daño a los indígenas