No son maneras de irse
Leonard Cohen, con su cantar abisal y sus composiciones sacrílegas, de tiempo detenido, tuvo que disfrutar su éxito al lado de coyotes aulladores, galgos anfetamínicos y pulgas saltarinas. Digamos que Malart, el personaje franquicia de aro sáinz de la Maza, es el Leonard Cohen de los personajes seriales de sus compañeros de camada negra y criminal. Hay quien adora a Leonard Cohen y a quien le desespera. Con Malart sucede algo parecido. Vaya por delante que quien esto escribe adora a Leonard Cohen, a sáinz de la Maza y a Malart.
Con esta entrega novelesca, su autor cierra tetralogía. Crimen a bordo de un yate en la costa barcelonesa. Parece tratarse de un arreglo personal y obsesivo de cuando la justicia falla sin justicia. alguien decide arreglar lo que un juez no ha querido arreglar. y todo apunta a un Malart buscado por todos, lo cual alimenta las sospechas sobre su culpabilidad.
una trama pensada y que respeta al lector en forma de maquinaria de reloj, personajes solventes, diálogos y manejo del interés del relato. Malart siempre ha sido un problema para sus libros porque su magnetismo tiende a comerse parte de ellos. y ante ese peligro, resulta que sáinz de la Maza, en vez de gestionar disolviendo a Malart, lo coloca en el centro de la trama en una jugada valiente y arriesgada de la que sale vivito y coleando, el muy loco. y es que, de todos aquellos de Greenwich Village, solo quedaron Bob Dylan y Leonard Cohen porque, a su ritmo, siguieron haciendo canciones importantes para ellos sin importar mucho si también para los demás.