La Vanguardia

“Me engañaron de nuevo”

Miguel Indurain, pentacampe­ón del Tour de Francia, regresa a las dunas del desierto de la Skoda Titan Desert, prueba que arrancó ayer en el Sáhara

- Sergio Heredia Barcelona

Si le preguntan qué le ha llevado a la Skoda Titan Desert, Miguel Indurain (58) repite la respuesta:

–¡Si esto no va conmigo! Pasan los años, y así es: el pentacampe­ón del Tour (1991 a 1995) insiste en que los senderos de montaña no van con él.

Ya lo decía, por ejemplo, en febrero del 2020, un mes antes de que la covid emergiera en nuestro país y nos confinara:

–Si voy al Sáhara –decía entonces–, es porque Melcior Mauri (director deportivo del equipo KH7) es muy insistente y se ha pasado años persiguién­dome. Y porque mi hijo (Miguel Indurain jr.) también me va a acompañar, y eso me hace gracia, no le voy a engañar.

Y allí pretendía irse el hombre, al Sáhara.

Pero luego, un mes más tarde, la covid nos había estallado en el rostro. Y a su estela, había llegado la parálisis.

Y el mundo había ido a detenerse, y con él, el mundo de los deportes, y aquella Titan Desert que debía haberse celebrado en abril en el Sáhara acabaría posponiénd­ose hasta noviembre, para emigrar eventualme­nte al desierto de Tabernas, en Almería, escenario cuyos senderos Miguel Indurain y su hijo Miguel jr., y el mismo Melcior Mauri, acabarían recorriend­o a pedales.

Qué extraña había salido aquella edición almeriense, con una etapa cancelada a cuenta de la lluvia y el frío –¡la lluvia y el frío en un desierto!– y con un Indurain poniendo pie a tierra (igual que el resto de titanes), aterido y tiritando.

–¿Y qué? –le habíamos ido a preguntar entonces.

–Pues que no sé, que esto no es para mí –insistía Miguelón, desde su casi metro noventa de estatura y sus más de noventa kilos de peso.

El tiempo le había contradich­o, pues han pasado tres años y ahora por allí anda, pedaleando en el Sáhara, esta vez con el equipo Kosner-saltoki.

–¿Y qué le ha llevado al desierto definitiva­mente? –se le preguntaba semanas atrás, en un encuentro con la prensa.

–La curiosidad. Al final, la pandemia me había impedido probarme en el Sáhara. Tras aquella experienci­a del 2020 en Almería, me había dicho que ya había tenido suficiente. Pero Mauri me ha estado persiguien­do todo este tiempo. Y también Haimar Zubeldia... Y entre todos ello me engañaron otra vez.

Y en el Sáhara se ha desplegado ahora Indurain, un gigantón del ciclismo –en su sentido más estricto– que tira de recursos propios (“No me he preparado específica­mente, apenas he tocado dunas o arena de playa, tampoco hay mucho de eso en Navarra”), que no ha ido a disputar ningún título, pues sus tiempos de gloria deportiva ya pasaron, y que aun así, en la etapa de ayer (89 kms), acabó 47.º, en 4h10m12s, a cuarenta minutos del ganador del día, Fran Herrero (32), del Cannondale VAS Arabay, subcampeón del año pasado.

–Lo del año pasado es inolvidabl­e –recordaba Herrero ayer.

Y hablaba de la recepción que le había brindado su pueblo, Carbonero El Mayor, localidad segoviana cuyos 2.500 habitantes se habían plantado al pie del Ayuntamien­to para escuchar el discurso de su campeón, en esencia un granjero que dirige una granja de 140.000 pollos.

–Ahora vamos a ver si consigo que me pongan una calle con mi nombre –añadía Herrero, cuya victoria fue apurada, tras un pinchazo a un kilómetro de meta, antes de remontarle al campeón del año pasado, Konny Looser, para abrirle un margen final de doce segundos.

“No he podido tocar arena ni dunas; en realidad tampoco hay mucho de eso en Navarra”, dice Indurain

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MARTI MILLA / Martí Milla Miguel Indurain, tras la primera etapa, ayer en el desierto del Sáhara

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