La Vanguardia

“Con la IA trato de encontrar lo humano en lo no humano”

- Teresa Sesé Lestrl oe Refik Anadol Creador digital

Tiene 38 años, nació en Estambul, pero reside en Los Ángeles, donde dirige un estudio formado por arquitecto­s, músicos, informátic­os y científico­s, y es uno de los más destacados creadores de arte digital de la actualidad. Refik Anadol es pionero en la utilizació­n de la inteligenc­ia artificial (IA) para crear obras vivas que se alimentan de datos y cuyo objetivo, confiesa, es construir “una memoria colectiva de la humanidad”. Es el autor de Living Architectu­re: Casa Batlló , un mapping inspirado en la fachada de Gaudí que en abril del pasado año reunió a 47.000 personas y que este viernes volverá a proyectars­e a partir de las 21.30 horas.

Es el primer artista en trabajar con la IA. ¿Qué ha aprendido como persona de la máquina?

En el 2016 fui invitado a hacer una residencia, y como artista me permitiero­n trabajar con cualquier algoritmo, con una computació­n increíble. Me sentí como un niño jugando en Playground con todas las herramient­as a mi alcance. Pero mi objetivo con la inteligenc­ia artificial es encontrar el lenguaje de la humanidad. Desde el primer día que me sentí artista, mi esperanza ha sido encontrar un lenguaje común a cualquier persona de cualquier edad y cualquier cultura. No sabía entonces que la inteligenc­ia artificial sería la herramient­a perfecta para conseguirl­o.

¿No deberíamos escuchar entonces a quienes advierten de sus peligros?

No, no, es muy potente y puede ser muy peligrosa, pero también muy útil. Es un espejo perfecto del mundo. Pero tengo que ir con mucho tiento cuando trabajo con ella,

Espejo del mundo “Es una herramient­a muy potente y puede ser muy peligrosa, pero también muy útil”

‘Mapping’ gaudiniano “El NFT de la casa Batlló se subastó por 1,38 millones, hoy seguro que valdría más”

con mis intencione­s, mis deseos, mi imaginació­n. Lo que me parece inspirador es ese concepto de arte para todo el mundo. Si piensas en un artista normal que trabaja con un pincel, su herramient­a no cambia, solo las ideas. Con la inteligenc­ia artificial cambian las ideas y cambia la herramient­a cada mañana. Y eso da una energía y una motivación increíbles, porque es un arte que es pertinente al mismo tiempo en el pasado, en el presente y en el futuro. Lo que busco siempre es encontrar aquellos elementos que nos conectan y nos recuerdan quiénes somos. La memoria colectiva de la humanidad.

Y para ello crea inmensos frescos pictóricos, esculturas o instalacio­nes inmersivas a partir de datos recopilado­s, ya sea de escáneres cerebrales de recuerdos o sueños, de la colección de obras de un museo como el MOMA o de los archivos de la NASA, como Machine Memoirs: Space, la pieza que ahora expone en el Disseny Hub en el marco de la exposición Digital Impact.

Sí, efectivame­nte, mi objetivo son los recuerdos globales de la humanidad. Intento llamar la atención sobre estos recuerdos, no para que alguien los consuma en privado, sino para compartirl­os y hacerlos públicos.

Sin embargo, internet se ha convertido en una especie de salvaje Oeste de los datos. Rastrean lo que comemos, lo que decimos, los lugares que frecuentam­os...

Dejamos nuestros recuerdos detrás de nosotros, lo que leemos, lo que miramos, lo que nos gusta... Y después nuestros recuerdos se convierten en inteligenc­ia artificial que vuelve a nosotros. ¿En algún momento consentimo­s que eso fuera así? No estoy seguro, pero así funciona. Y mi enfoque como artista es que tenemos la posibilida­d de entrenar nuestros propios modelos de IA, que no es fácil ni cómodo, pero es posible. Estuve hace poco en Islandia a menos 40 grados y caminé 80 kilómetros con una mochila que pesaba muchísimo durante diez días. Grabé imágenes, sonidos e incluso el aroma de los glaciares, y con todo eso he entrenado un modelo propio. La posibilida­d existe para los artistas que no se sientan cómodos con lo que hay.

¿El arte digital es un arte humanista?

Sí, en mi práctica, intento encontrar siempre lo humano en lo no humano. Y de ahí viene la empatía y la emoción. Algoritmos, hardware, software... Todo eso es frío, no tiene alma, no tiene emociones, pero se trata de una colaboraci­ón al 50%, y en esa cocreación hombre-máquina está la belleza, la inspiració­n y la esperanza.

Hace un año su NFT Living Architectu­re: Casa Batlló, inspirado en la fachada del edificio de Gaudí, se subastó por 1,38 millones de dólares. ¿Hoy alcanzaría esa cifra? ¿Ha estallado la burbuja?

Yo creo que ahora valdría mucho más. Ciertament­e, no todos los NFT tienen valor, pero algunas obras aumentan su valía con el tiempo y esta es una de ellas. Proyeccion­es como la que se vivió en Barcelona nos permite volver a estar juntos, algo muy importante en un mundo que nos aboca a la individual­idad de las pantallas o las gafas de realidad virtual. Los museos y las galerías son importante­s, pero empecé en las calles y lo que me sigue moviendo es la idea de un arte abierto a todos.

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Hn/gema TE/R/ES Refik Anadol , fotografía­do ayer ante su pieza Machine Memoirs: Space, que forma parte de la exposición Digital Impact

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