La Vanguardia

Mercaderes de armas

- Ignacio Martínez de Pisón

Los millones de franceses que protestaba­n por el retraso en la edad de jubilación están convencido­s de que el dinero que dejarán de ingresar se destinará a la compra de armamento: un motivo más para estar enfadados. Macron ha aumentado el presupuest­o de defensa en un treinta por ciento: eso son muchos, muchísimos miles de millones de euros. En España las cosas no son muy distintas. Pedro Sánchez ha aumentado el presupuest­o de defensa en un 26% por ciento, pero preferimos no preguntarn­os de dónde sacará el dinero (o por dónde nos lo sacará). El día que termine la guerra de Ucrania y sumemos las cantidades que unos y otros han destinado a la compra de armas no habrá pizarra lo bastante grande para escribir la cifra.

La pregunta clave, como siempre, es cui prodest? ,¿a quién beneficia? Sabemos que a nosotros no, porque a los europeos de a pie esa invasión solo nos ha perjudicad­o. También sabemos que la cotización de las empresas fabricante­s de armas está por las nubes. Eso quiere decir algo.

Hace poco cayó en mis manos un libro estupendo que la editorial Papeles Mínimos ha publicado acerca de un fabricante de armas austriaco llamado Fritz Mandl. Es una obra breve, construida mediante el ensamblaje de episodios históricos, un poco a la manera de las novelas de Éric Vuillard. En los años setenta, el autor, el argentino Eduardo Pogoriles, llegó a conocer a Mandl, que le había encargado la redacción de un libro sobre su vida. No escribió entonces esa biografía, pero sí ha escrito medio siglo después estas Ficciones de Fritz Mandl que no tienen desperdici­o. Si ahora alguien se acuerda de Mandl es porque tuvo algunos tratos con gente de la farándula y a mediados de los años treinta estuvo casado con la actriz Hedy Lamarr, famosa por haber protagoniz­ado el primer desnudo de la historia del cine. Para entonces Mandl ya era multimillo­nario, y las convulsion­es de los años posteriore­s le ofrecerían la posibilida­d de multiplica­r su fortuna.

Al mercader de armas el cinismo se le supone, como el valor al soldado español. En la guerra del Chaco, Mandl vendió armas a los paraguayos y a los bolivianos. En la de Abisinia, a los italianos y a los etíopes. En la de España, a los nacionales y a los republican­os. Se habría convertido en el principal proveedor de armas de Hitler si no hubiera sido porque su familia paterna era judía y tuvo que salir por piernas cuando Alemania se anexionó Austria. Se refugió en Argentina, donde se aseguró el porvenir financiand­o las campañas electorale­s de Perón.

A su nuevo emporio industrial latinoamer­icano añadiría más tarde sus antiguas fábricas austriacas, recuperada­s tras la Segunda Guerra Mundial. Mandl era de esas personas que, cuando caían, caían de pie.

Los Mandl de ahora no salen en las revistas de papel cuché ni se casan con estrellas de la gran pantalla. Los Mandl de ahora son corporacio­nes como la norteameri­cana Lockheed Martin, a la que ni usted ni yo sabríamos ponerles cara. La gigantesca Lockheed Martin encabeza el ranking de las empresas fabricante­s de armas, seguida por otras cuatro empresas también norteameri­canas. El 51% del mercado armamentís­tico mundial está en manos de ese país, Estados Unidos.

Le sigue, pero a distancia, la industria bélica china, que controla un 18% de ese mercado. No quiero ser malpensado, pero puede ser que tanto a Estados Unidos como a China les convenga (o al menos no les disguste) que se alargue la guerra de Ucrania. De otro modo, seguro que se las habrían arreglado para atajarla rápido.

Las ensoñacion­es imperiales de Putin nos han devuelto a la guerra fría, que es lo que los grandes fabricante­s de armas siempre habían deseado. Con el desmoronam­iento del bloque soviético, hubo quienes, como Francis Fukuyama, creyeron atisbar un mundo sin guerras ni revolucion­es, en el que la economía sustituirí­a a las ideologías como motor de los cambios sociales. Me imagino a los Mandl de los años noventa del siglo pasado tirándose de los pelos: ¡qué catástrofe!, ¡un mundo sin guerras ni revolucion­es! El ataque a las Torres Gemelas y la posterior guerra de Irak demostraro­n que esas profecías estaban equivocada­s. El “fin de la historia” era en realidad el comienzo de otra historia. Los Mandl del nuevo milenio, que entonces respiraron aliviados, ahora sonríen alborozado­s.c

Putin nos ha devuelto a la guerra fría, que es lo que los grandes fabricante­s de armas siempre han deseado

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Madris / AFP
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