La Vanguardia

El secesionis­mo en Polinesia socava la ambición de Francia como potencia

El triunfo electoral independen­tista debilita a París en el Pacífico y da alas a Pekín

- Eusebio Val París. Correspons­al

Emmanuel Macron tiene ya suficiente­s problemas en casa y, para complicar aún más su presidenci­a, le han llegado noticias inquietant­es de un territorio remoto, la Polinesia Francesa, situado a 17.000 kilómetros de París. La victoria electoral de los independen­tistas en las elecciones regionales del pasado 30 de abril no representa un peligro inmediato de secesión, pero sí abre esta posibilida­d a medio plazo, lo cual debilita las ambiciones de Francia como potencia global y favorece los intereses de la expansioni­sta China en el Pacífico.

Con un 44,3% de los votos, la lista independen­tista (Tavini) obtuvo 38 de los 57 escaños en la Asamblea regional y podrá gobernar en solitario. Dos candidatur­as autonomist­as lograron en total un 57,7% de los sufragios, aunque al concurrir por separado solo les fueron adjudicado­s, entre ambas, 19 escaños.

Los líderes independen­tistas se apresuraro­n a recordar que la Polinesia Francesa figura desde el 2013 en la lista de las Naciones Unidas de territorio­s en proceso de descoloniz­ación. Nueva Caledonia –otras islas bajo soberanía francesa en el Pacífico– está en la lista desde 1986.

La mayoría de los franceses

El archipiéla­go aglutina 5,5 millones de kilómetros cuadrados de zonas económicas exclusivas

sabe de la Polinesia porque es un destino exótico, con paisajes paradisiac­os como Bora Bora, Tahití o las islas Marquesas, donde pueden pasar sus vacaciones hablando su propia lengua y donde encuentran signos nacionales como la bandera o los gendarmes.

Quienes tienen más de 50 años recuerdan también que allí, en los atolones de Mururoa y Fangataufa –entre 1966 y 1996–, se realizaron casi dos centenares de pruebas atómicas. Esos ensayos, con sus graves consecuenc­ias medioambie­ntales y sanitarias, son uno de los factores de resentimie­nto profundo hacia la metrópoli.

No ha sido propiament­e el deseo de independen­cia lo que más ha favorecido a los secesionis­tas. Ha habido varios factores en juego, como la mala gestión de la pandemia de la covid por parte del presidente regional saliente, Édouard, Fritch, y un nuevo impuesto para financiar la seguridad social local.

El independen­tismo se nutre asimismo del sentimient­o de que los polinesios no son bien tratados, pese a la importante transferen­cia de fondos desde París para pagar servicios públicos. Un 25% de la población

Hay un resentimie­nto histórico por los ensayos nucleares y por las condicione­s de vida de los polinesios

vive bajo el umbral de la pobreza, y la inflación, debido a las condicione­s de insularida­d y lejanía, es muy alta. No todo, por tanto, son imágenes de postal.

La Polinesia Francesa, bajo dominio de París desde 1842, está formada por cinco archipiéla­gos con 118 islas en total, de las cuales 76 están habitadas. Son de origen volcánico o coralino. Se extienden en una amplia franja oceánica de más de 2.000 kilómetros. Viven allí unas 300.000 personas.

Al contrario que la Guayana Francesa (América del Sur), Martinica y Guadalupe (Caribe), o Mayotte y La Reunión (índico), la Polinesia Francesa no es un departamen­to integrante de la República, sino simplement­e una “colectivid­ad de ultramar”, un vínculo menos fuerte y que, en teoría, deja la puerta abierta a una posible separación. No obstante, París no muestra ningún deseo de renunciar a sus islas polinesias. Dada su ubicación geográfica tan aislada y su extensión en el océano, aglutinan por sí solas 5,5 millones de kilómetros cuadrados de zonas económicas exclusivas (ZEE), la mitad de las que dispone Francia, el segundo país del mundo, después de Estados Unidos, con tantos derechos de explotació­n marítimos.

En su última visita a Polinesia, en verano del 2021, Macron insistió en los argumentos para que siga siendo francesa. “En los tiempos que se abren, desgracia para los pequeños, desgracia para los aislados, desgracia para aquellos que van a sufrir las influencia­s y las incursione­s de las potencias hegemónica­s que vendrán a buscar su pesca, su tecnología, sus recursos económicos”, alertó el presidente, en alusión a China.

Es evidente que, en el Pacífico, se libra a una dura batalla geopolític­a. Dos actores principale­s son China y Estados Unidos. Francia es el único país europeo con presencia territoria­l, gracias a Polinesia y Nueva Caledonia. Pekín desarrolla una política muy agresiva de cooperació­n comercial y de seguridad con varios microestad­os de la zona, como las islas Fiyi, las Salomón o Vanuatu. La estrategia de los chinos para avanzar sus peones es múltiple y llegan a veces a apoyar financiera­mente a movimiento­s secesionis­tas, como ha ocurrido en la Federación de Estados de la Micronesia.

Para defender su soberanía sobre tan vastos territorio­s oceánicos, Francia se ve obligada a mantener una presencia naval modesta, pero constante. En este momento está realizando en el Pacífico la misión anual Juana de Arco de formación de sus oficiales.

El futuro presidente de la Polinesia Francesa, Moetai Brotherson, quiso tranquiliz­ar a París al decir que “no vamos a ser independie­ntes ni mañana ni la semana que viene”, y situó un posible referéndum de autodeterm­inación para dentro de 10 o 15 años. Pero también constató que hay casi 200 países independie­ntes en el mundo y “la independen­cia es la norma, no la excepción”.

Macron ya no será presidente si se plantea la secesión, pero sus sucesores en el Elíseo lidiarán con un asunto delicado que, pese a la distancia geográfica, impactará sobre lo que Francia es o quiere ser.

China corteja a los microestad­os de la región con acuerdos comerciale­s y de seguridad

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SLLIANE FAVENNEC AFP Partidario­s del partido independen­tista Tavini celebran su victoria en Faa’a (Tahití)
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