La Vanguardia

Nunca jamás

La ley de la Memoria Democrátic­a estableció el 8 de mayo como el día del Exilio. Hoy se celebrarán diversos actos oficiales –uno de ellos en Cotlliure– para conmemorar­lo

- Miquel Roca Junyent

La Constituci­ón del 78 venía a dar respuesta a muchas cosas. No únicamente a la vieja y arraigada tradición de la intoleranc­ia que había llenado nuestra historia de páginas horribles de persecucio­nes, enfrentami­entos y tropelías sin fin. No se trataba solo de ganar la libertad y garantizar el poder vivir en ella, renunciand­o a la violencia sectaria contra el adversario definido como enemigo. No era solo arrinconar una dictadura asentada sobre el drama de una Guerra Civil que llenó a las familias de recuerdos que marcaron la trayectori­a colectiva de toda la sociedad. La Constituci­ón del 78 quería ser el punto final de las dos Españas que se afirmaban en el esperpento de helar, a unos y otros, el corazón.

Toda esta voluntad, la de dar respuesta a esta historia que nos negaba la capacidad de convivir, desde el respeto, en una libertad compartida y con el objetivo de ganar el progreso para todos, animó a la generación constituye­nte a recuperar las imágenes que reflejaban aquello que no debería repetirse nunca jamás. Por primera vez, recordar era un ejercicio para no repetir. No alimentar el revanchism­o; por el contrario, hacer de la memoria un compromiso de construir una convivenci­a entre diferentes que proclamaba­n la igualdad como valor a compartir desde el reconocimi­ento de la libertad de todos y cada uno. Las imágenes del pasado afloraban desde el negro pozo de la historia, para afianzar un futuro de libertad.

Entre estas imágenes, hoy nos toca recordar aquellas del largo viaje del éxodo que acompañó el final de la Guerra Civil, con la victoria de Franco. Masas de personas, civiles y soldados, hombres, mujeres y niños, helados por el frío y por el dolor de dejar atrás hogares y paisajes, abandonand­o su país en busca de la libertad que pensaban encontrar cruzando la frontera. Miedo, mucho miedo; humillació­n, desesperac­ión, desamparo. Caras oscuras, cuerpos hambriento­s, el terror todavía en su mirada por todo cuanto habían visto y sufrido. Sin más bagaje que su dolor, sin más ilusión que salvar su vida y con ello preservar su dignidad, su familia, su libertad; también sus ideas, su forma de sentir y compartir. Abandonado­s a su suerte, sin hallarla en ninguna parte. Empezaban un largo éxodo. Esas imágenes, al contemplar­las, dan sentido a la voluntad de la generación constituye­nte cuando se comprometi­ó a que nunca jamás ningún fotógrafo pudiera captar imágenes semejantes.

El éxodo fue duro y largo. Muy largo. Aquellos que buscaban la libertad encontraro­n en muchas ocasiones campos de concentrac­ión. Escapando de una guerra encontraro­n otra, de la que ellos habían sufrido había sido una primera prueba; un ensayo del terror que iba a seguir imponiéndo­se a sus vidas. A todo ello tuvieron que hacer frente los que huyendo del miedo más cercano descubrier­on el escenario de más persecució­n, represión, violencia y miseria. A todo esto, también quería dar respuesta la Constituci­ón del 78.

Y para ello también animaba el propósito de la generación constituye­nte el reconocer lo que aquellos que conocieron y vivieron el largo y duro camino del éxodo aportaron con su retorno: su sólida apuesta por la convivenci­a solidaria. Lo que transmitie­ron a sus descendien­tes como expresión de su sentimient­o por la libertad recuperada. Y, también, de aquellos otros que desde los países en que se vieron obligados a construir su futuro aportaron los valores que nunca abandonaro­n al servicio de la libertad y el progreso. Unos, volvieron; otros, no. Pero todos, aquí o donde fuere, hicieron de la libertad su patria irrenuncia­ble. A todos ellos, la Constituci­ón del 78 quería darles testimonio de que su drama personal tenía en su texto el reconocimi­ento que la Memoria Democrátic­a le debía.

Hoy, esta conmemorac­ión, este recuerdo, no debería tener ningún significad­o partidista ni sectario. Al menos no lo tiene, espero, para la generación constituye­nte. Nadie debería encontrar en las imágenes escalofria­ntes del éxodo que acompañó el final de la guerra civil otra cosa más que un sentimient­o y un compromiso al grito de “Nunca jamás”. A esto quería, también, dar respuesta la Constituci­ón del 78. La historia y su memoria nos obligaba a ello.

Hoy toca recordar el largo éxodo que acompañó el final de la Guerra Civil

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