La Vanguardia

Patinetes fuera de las aceras

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Barcelona ha decidido prohibir la circulació­n de bicicletas y patinetes eléctricos por sus aceras. Con la excepción de los menores de 12 años, y de los adultos que les acompañen, los barcelones­es no podrán circular libremente a lomos de dichos vehículos de movilidad personal (VMP), como hacían hasta la fecha, por las aceras.

Desde que los patinetes se populariza­ron, las autoridade­s locales han mantenido una actitud restrictiv­a respecto a su empleo, sobre todo si la comparamos con la de otras ciudades, como París o Madrid, con más manga ancha para el uso de los patinetes compartido­s. en cierta medida, ese nivel de restriccio­nes es comprensib­le. Los barcelones­es consideran que este medio de transporte genera una conflictiv­idad urbana al alza, a diferencia de la bicicleta. en consecuenc­ia, las autoridade­s han ultimado una reforma de las ordenanzas municipale­s, que entre otras medidas de control enfatiza también la obligatori­edad del casco para los usuarios del patinete, la prohibició­n de circular en ellos dos personas o la edad mínima de 16 años para conducirlo. asimismo, se les ha prohibido el acceso a autobuses, metro, tranvías o trenes.

Cualquier reflexión sobre la movilidad urbana debe tener en cuenta dos cuestiones. La primera es que son diversos los sistemas de movilidad, y que su número es creciente. el patinete eléctrico, hoy muy apreciado por los jóvenes, no existía ni se le esperaba años atrás. y, con toda probabilid­ad, no será el último en incorporar­se a la escena urbana. Porque el número de personas mayores con problemas de movilidad irá quizás al alza, y con él el de los vehículos unipersona­les tipo silla de ruedas motorizada. estas y otras modalidade­s de transporte, propias de una sociedad más longeva y con más personas mayores, crecerán y obligarán a las autoridade­s a hallar el mejor modo de administra­rlas. y, claro está, a los usuarios a extremar el respeto hacia los peatones o los que usan otros medios.

el segundo aspecto que considerar es que el objetivo principal en estos casos no es prohibir, sino buscar y encontrar las mejores formas para la convivenci­a de sistemas de transporte. Las necesidade­s de los ciudadanos son dispares y, en la medida de lo posible, conviene atenderlas todas. eso siempre es preferible a intentar imponer un modelo de actuación cerrado y con fuerte componente ideológico. La convivenci­a es un objetivo central e irrenuncia­ble. y eso significa que la calle no pertenece a nadie, sino a todos en general, y que las autoridade­s, a veces regulando, a veces abriendo la mano, deben hallar una fórmula equilibrad­a que fomente la educación y el bienestar colectivos y, de este modo, satisfaga al máximo de personas.

Hay que mejorar la convivenci­a entre los distintos sistemas de transporte

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