Maravillosa rutina de ganar
De un solo sorbo, el Barça se bebió su décima Copa del Rey de balonmano consecutiva, la 27.ª de su palmarés, después de barrer al Logroño en la final de Santander. Los blaugrana, favoritos indiscutibles, aniquilaron la emoción y no dieron ninguna opción a los riojanos para sumar su quinto título esta temporada, después de la Supercopa catalana, la Supercopa Ibérica, la Copa Asobal y la Liga. Ahora les queda el asalto a la tercera Champions seguida como gran reto del año.
Nada nuevo bajo el sol. El Barça sigue arrollando en las competiciones domésticas desde que dejó de tener antagonista de verdad con la desaparición del Atlético de Madrid en el 2013. Su hegemonía en España es insultante: acumula 45 títulos seguidos entre Ligas (13), Copas Asobal (12), Supercopas (10) y Copas del Rey (10), desde el 2011.
Pese a que la Copa del Rey, por ser el torneo del KO, es el más propicio para fallar porque un rival le pille en un renuncio, el Barça no falla y se ha adueñado de la Copa con avaricia; una competición en la que no pierde desde hace diez años justos: la última vez fue el 3 de mayo del 2013 contra el Atlético en semifinales. Fue el último título español que no ganó.
En Santander, el Barça se encontraba con el rival más recurrente en las diez finales –junto al Fraikin Granollers (tres ediciones cada uno)–, un Logroño que tenía el mejor ranking de los siete rivales, quinto clasificado en la Liga. Para los de Miguel Ángel Velasco, llegar a la final era todo un regalo, ya que les daba el billete a Europa.
De hecho, los jugadores riojanos se acicalaban la medianoche del sábado, tras superar al Valladolid, para salir a celebrar el éxito de la temporada: sin apuros en la Liga Asobal, y con plaza para la European League (segunda competición continental) y la Copa Ibérica (supercopa de España y Portugal) por enfrentarse al Barça. Dar la sorpresa ante el gigante
La hegemonía blaugrana en España es insultante: lleva diez años sin perder ningún título, desde la Copa’13
blaugrana era una utopía.
“Les hemos durado poco tiempo, una pena”, admitía Velasco. “Tuvimos lanzamientos claros, pero Nielsen nos ha sacado muchos balones y su contragol era difícil defenderlo; sin el desgaste de la semifinal, les podríamos haber hecho más daño”, resumía el técnico del Logroño, que sin nada que perder, con descaro y sin complejos, llegó a ponerse uno arriba (3-4, 4-5) con dos acciones a la carrera del extremo Ortiz y del futuro pivote blaugrana, Javi Rodríguez.
Pero fue un espejismo, porque el Barça –de inicio con solo tres de los titulares de semifinales (Wanne, N’guessan y Janc)– es la viva imagen de la competitividad, la intensidad y la ambición. Una máquina de triturar, a la velocidad endiablada que marcan los Janc, Wanne, Cindric, Aleix Gómez o Makuc.
Así, tras el último empate del Logroño (6-6, a los 9m10s), el Barça se desmelenó y dio rienda suelta a un festival de balonmano total, ofensivo y defensivo, de repliegues, de contras, de goles de medio campo, de robos, de habilidad, de bravura, de muro en la portería (impresionante Nielsen con 15 paradas, MVP de la final)… De todo. De modo que un furibundo parcial de 7-0 en seis minutos rompió el partido: el 18-9 a los 22 minutos obligaba a Velasco a parar el crono y dejaba la final sentenciada por la vía rápida.
Tras el descanso (20-13), el Logroño atenuó el golpe con las intervenciones del portero suplente, el bielorruso Markelau (ocho paradas), mientras que Ortega rotaba a placer y remataba el duelo con la velocidad de refresco de Aleix Gómez, que ponía la máxima renta en +11 (28-17) a los 44 minutos. La final ya se había quedado sin historia.c