La desmesura de Vinícius
Cada vez más decisivo con el balón en los pies y convertido en un puntal del Madrid, los modales del brasileño empañan su imagen entre un halo de permisividad
Vinícius no tiene mesura. De hecho, cada vez menos. Creciendo cada mes como estrella del fútbol mundial y aumentando al mismo tiempo su carnet de jugador pendenciero y con malas artes a la hora de dirigirse a los contrarios, a las aficiones rivales y a los colegiados. Maravilloso con la pelota y follonero cada vez que una decisión arbitral o un comportamiento de un rival no son de su agrado. “Es un avión”, dice Carvajal. “El mejor del mundo en su puesto”, añade Florentino Pérez. Elogios, más allá de gustos particulares, merecidos teniendo en cuenta su productividad.
Hoy en día es el jugador del Madrid más desequilibrante, al que sus compañeros buscan de manera asidua y al que los adversarios intentan vigilar de una forma especial.
Su juego fluye a borbotones. Sin ir más lejos, el sábado estuvo en el origen de los dos goles del Real Madrid en la final de la Copa del Rey (patrocinada por Seat). Ha participado en 40 tantos de los blancos esta temporada (22 goles y 18 asistencias) y ya nadie osa discutir su calidad. Otro cantar es su deportividad. Es verdad que como buen regateador recibe en ocasiones entradas contundentes. Como ocurre con otros jugadores de primera línea. La diferencia es su respuesta ante las acometidas.
Sus malas artes se vieron en la final de Copa desde antes del pitido inicial. En la protocolaria ronda de saludos entre los futbolistas y los árbitros, el brasileño solo encajó sus manos con los futbolistas del Osasuna y pasó olímpicamente de hacer lo propio con el cuarteto de colegiados encabezado por Sánchez Martínez. En la cabeza de Vinícius, un supuesto mal trato hacia él en las competiciones españolas, al contrario que en Europa. Sin embargo, se ha de tener en cuenta que en múltiples discusiones con rivales, árbitros y aficiones esta temporada el extremo se ha ido de rositas o como mucho con una tarjeta amarilla. Así fue en La Cartuja. En la recta final de la primera mitad se lanzó a la piscina intentando provocar un penalti y una segunda amarilla para David García. El colegiado no señaló nada y el defensa osasunista le afeó a Vinícius su intento de engañar a todo el mundo. El brasileño se volvió enojado y de esa primer rifirrafe se marchó viendo una amarilla. El público rojillo le increpó y el madridista contestó mostrando el escudo del Madrid y haciendo el gesto del 1-0 (marcador de entonces).
Camino de los vestuarios se produjeron escenas tumultuarias que no llegaron a más cuando el Chimy Ávila intentó hablarle cerca de la cara. Tuvieron que intervenir Lucas Vázquez y otros futbolistas. “Se le protege y me parece bien porque es muy buen jugador, pero por encima de todo somos personas y eso es siempre lo más importante. Si tienes el corazón negro, es imposible que seas así”, criticó Ávila.
El asunto también preocupa a Carlo Ancelotti y a sus compañeros. El italiano intenta tranquilizarle cada día, aunque luego en sus declaraciones públicas es uno de sus más firmes defensores. “Le he calmado un poco porque este equipo tiene que hacer una sola cosa: jugar a fútbol”, afirmó el técnico blanco. Hasta Carvajal, que no sería precisamente el futbolista con menos causas pendientes, pidió a Vinícius un punto de sosiego. “Tiene que dedicarse a jugar porque cuando lo hace es el mejor, ha de evadirse de todo lo demás, incluso de si hay provocaciones”, dijo el defensa.
Jugar ya juega y mucho. Pero no pudo evitar mofarse de sus rivales cuando el Madrid consiguió el gol del triunfo. Lo hizo incluso antes de ir a celebrar el tanto con sus compañeros. Solo tiene 22 años y toda la carrera por delante para mejorar. Con la pelota su cambio es espectacular. Sin el balón, tiene mucho trecho por recorrer.
Su juego crece al mismo tiempo que aumentan sus malas artes con rivales, árbitros y aficiones