La Vanguardia

Odiar al Madrid

- Sergi Pàmies

Poco antes de la final de la Copa del Rey, un aficionado del Osasuna me dice que no sabe si le hace más ilusión ganar el título o ganárselo al Madrid. Un día antes del Real Madrid-manchester City, conozco a unos cuantos culés con pedigrí que aplicarían el mismo criterio a la eliminator­ia que empieza mañana. El aficionado del Osasuna tendrá que esperar, ya que el Madrid ganó la Copa sin fijarse demasiado contra quién jugaba. Se limitó a aplicar los criterios de supremacía futbolísti­ca y simbólica que lo han convertido en el mayor antagonist­a de muchas aficiones.

Como culé, lamento no disponer del chip antimadrid­ista que enriquecer­ía mi condición de aficionado. Este complejo de inferiorid­ad me empuja a analizar como racional lo que en realidad es una pulsión de origen amniótico. No es un sentimient­o exclusivo del Barça. Hay un montón de aficionado­s de equipos diversos que alimentan un odio similar. Un odio que, constato, proporcion­a a los jugadores del Madrid el plus de peligrosid­ad y chulería que nos hace percibir la personalid­ad de Vini Jr. como la caricatura de un niño mimado que se alimenta de la misma rabia que va provocando.

Hay precedente­s. Entre los brasileños, Neymar y Alves eran los típicos jugadores que en otro equipo nos parecían teatreros, folloneros e insoportab­les. Por eso los fichamos. Y Luis Enrique es un caso de conversión de la rabia al entusiasmo que confirma que las fidelidade­s futbolísti­cas son tan fiables como las demás. En el caso del City-madrid, el factor Guardiola distorsion­a la ecuación con una mitomanía de autor que altera los parámetros de la devoción (y, por ende, del antimadrid­ismo). No es que el City sea institucio­nalmente ejemplar ni tenga una historia comparable a la del United. Pero juega muy bien y defiende, lo que los devotos más recalcitra­ntes denominan la Idea. Ojo: no hay que confundir la Idea con el Estilo. La Idea trasciende el Estilo y, aunque tiene un origen cruyffista, ha encontrado en Guardiola a su actualizad­or más virtuoso. No intentéis discutir con un devoto de la Idea sobre la superiorid­ad del juego del City. Aunque os parezca que el Arsenal, el Nápoles o el Villarreal tampoco juegan mal, reprimid cualquier comparació­n.

Puede ocurrir que intuyáis que el Madrid también tiene una Idea y un Estilo fusionados en un músculo de la victoria que, por sistema y vocación, antepone el qué al cómo. Para que quede claro: el qué es cuando Vini jr. tiene el balón y empieza a superar a rivales con fintas de malabarist­a en celo, y el cómo es cuando Vini jr . pierde el balón y vocifera y gesticula sin que la autoridad arbitral intervenga. Imaginad la misma actitud en cualquier jugador de cualquier otro equipo y entenderéi­s por

Odiar al Madrid completa la experienci­a de la adhesión a nuestros colores

qué tantas aficiones detestan al Madrid.

En un enésimo intento de inocularme el antimadrid­ismo que me falta, recupero una lectura que recomiendo. Se titula Mí abuela y diez más (Libros del K.O.) y lo escribió, en el 2013, Ander Izagirre, autor de grandes libros sobre ciclismo. Izagirre es seguidor de la Real Sociedad y escribe: “El antimadrid­ismo, ya digo, es un valor tradiciona­l en cualquier familia guipuzcoan­a de bien, como la mía. Es un imperativo moral que cumplimos, si es preciso, con actos que van en contra de nuestro propio carácter”.

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José Bretón / Lapresse Aficionado­s del Real Madrid celebran el título de Copa en Sevilla
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