La Vanguardia

Tu huella en el tiempo

- Jordi Nadal

Ser indiferent­es al mal es convertirn­os en sus cómplices

De qué estamos hechos, sino de tiempo? Su paso nos hace y nos deshace, y lo que toca distinguir en toda vida completa es saber qué vale la pena. Qué es lo que cuenta y qué es lo que queda. Tres ideas salen conversand­o con un amigo. Gracias, Francisco.

La primera: tu huella en el tiempo es el bien que has obrado. Por ponerlo en una imagen: solo al final de la vida ves la fotografía de cuanto has realizado, en forma de un gran tapiz que has ido tejiendo. Es cuando puedes ver no solo los hilos de delante del tejido, sino las puntadas traseras, donde, acaso, queda lo más importante: los hilos del esfuerzo, que forman lo que queda, lo que persiste, aquello de lo que te puedes enorgullec­er. Tus pensamient­os, convertido­s en actos, consecuenc­ia de una decisión. La acción que te define y que te pule. Pensar, decidir y actuar, consciente­mente, configuran tu futuro.

Segunda: el mal cuyo avance has sabido contener. ya sabemos que hay personas que no reconocen la existencia del mal. Dejemos que sigan habitando el paraíso de la ingenuidad. Son muy respetable­s y, a veces, enternecen, porque están protegidas por una forma rara de bondad extrema. Un juez severo puede verlo como una forma de bienintenc­ionada miopía. Se crea o no en él, el mal existe y, ante su acción, hay dos posibles opciones: aceptarlo o combatirlo. Ser indiferent­es al mal es convertirn­os en sus cómplices; como dijo Martin Luther King: “La tragedia final no es la opresión y la crueldad de los malos, sino el silencio de los buenos”.

Tercera: para completar una vida cuyo transcurri­r se pueda calificar de fructífero, hay que añadir las personas a las que uno ha ayudado a ser su mejor versión. Por un lado, somos, y mucho, el resultado de la acción de algunas personas que han creído en nosotros. y, por respeto a ellas y como forma de gratitud, es momento de hacer lo propio y ayudar nosotros, cuando toca. Atentos todos, ya que hay quien es incapaz de abrir las puertas a otros e incluso hay personas que solo las abren, pero para cerrarlas tras su paso.

No son dos buenos modelos, porque la mezquindad no construye futuro, sino que lo niega. Las frases de Gregorio Luri son siempre un buen colofón: “Tu personalid­ad es tan grande como los trozos de tu alma que tienes repartidos por el mundo y que son tus amigos”.c

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