La Vanguardia

Agricultur­a seca y huérfana

- Antoni Puigverd

Ya han comenzado las protestas de los agricultor­es en Lleida, Girona, Vic y Tarragona. Estos últimos han derramado estiércol y piezas de ordenador ante la Subdelegac­ión del Gobierno. El estiércol es típico de las tractorada­s, pero ¿por qué piezas de ordenador?

La reforma de la política agrícola común (PAC) entró en vigor el pasado 1 de enero. Por sus objetivos ambientale­s y por el grado de responsabi­lidad que exige a los gobiernos es la segunda reforma agraria más importante de la historia de la UE. Reconoce el papel de los agricultor­es como vanguardia de la preservaci­ón natural. Pero está llena de dificultad­es burocrátic­as para los que deben solicitar las subvencion­es antes de final de mayo. Problemas informátic­os, ecorregíme­nes teóricos que no casan con la realidad, obligatori­edad del Cuaderno Digital de Explotació­n, que deberá incluir los datos de la gestión de la finca. Las organizaci­ones agrarias hablan de “infierno burocrátic­o”. Hay desespero por tener que someterse a tanta burocracia en plena sequía.

La semana pasada visité Juneda y Mollerussa, capital del canal de Urgell. La poca agua que queda servirá para salvar los frutales, pero hay que fumigarlos para matar la fruta que despunta. Ahora bien, el agua con la que se regarán los frutales sin fruto para ser salvados habría permitido rescatar cosechas de secano que ya se dan por muertas. Un amigo que me acompañó me decía: “Esto acabará como en las películas del oeste, en las que los vaqueros y los agricultor­es se matan por el agua”. Es un sarcasmo añadido a la tragedia que todo esto ocurra en las tierras de Lleida, de donde hace más de 15 años salió el mejor proyecto catalán para la gestión del agua: “El compromís de Vallbona” (después “Compromís per Lleida”), del que este diario informó a menudo. Era una idea formidable, que completaba el país dando a Lleida la centralida­d que merece. Mutualizab­a el agua contando con todos los recursos catalanes (también los del Ebro) y hasta se acordaba de Girona, que desde los años sesenta pierde en Saususqued­a, en beneficio de Barcelona, la viabilidad del Ter. La sociedad propuso. Pero la política hizo el sordo. Años después, llega la sequía y el mundo rural llora de desesperac­ión.

¿Saldrá indemne de nuevo la Generalita­t? Le ayudan las organizaci­ones agrarias protestand­o contra el Gobierno central

La sequía se ceba en Lleida, de donde salió el mejor proyecto catalán del agua

(obligado a aplicar las decisiones de la UE). ¿Por qué no reclaman a la Generalita­t la responsabi­lidad que le correspond­e después de tantos años de no hacer otra cosa, en el campo, que paternalis­mo y caciquismo (controlar a sus dirigentes)? Las grandes líneas agrarias las diseña Bruselas. Pero, Catalunya, además de gestionar las normativas, ¿qué política agraria tiene? ¿Qué proyecto territoria­l defiende? No se sabe. Lleva décadas sin saberse. Mucha agitación nacional, pero los campos y la gente que los trabaja han sido abandonado­s a la desdicha, a la falta de previsión, a la burocracia. Abandonado­s a la ignominia.

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