La Vanguardia

La memoria de Barcelona es de todos

- Lluís Foix

Me sorprende la falta de acuerdo de los vecinos en dejar constancia visual en forma de lápida discreta pero visible de que Gabriel García Márquez, premio Nobel de Literatura, vivió en la calle Caponata de Sarrià de 1969 a 1975. Tampoco hay unanimidad en recordar con lápida que otro galardonad­o con el Nobel, Mario Vargas Llosa, vivió en la calle Osi de 1972 a 1974. No sé si J.V. Foix es recordado con una placa que habitó en una calle detrás del mercado de Sarrià, donde un día le visitamos junto con Antoni Tàpies y Lluís Permanyer.

La memoria no descansa solo en los cementerio­s, sino en la presencia imborrable de los recuerdos de los personajes con proyección pública que la transitaro­n y la habitaron. Es discutible si una decisión de los vecinos de un inmueble puede privar al conjunto de los ciudadanos del recuerdo que entiendo que es un bien público compartido. Ya sé que la señalizaci­ón de la memoria democrátic­a de Barcelona está en marcha y ha producido efectos notables aunque sospecho que no lo suficiente­mente visibles e inclusivos.

Durante mi estancia en Londres viví a 50 metros de la casa donde habitó Sigmund Freud, a la que en 1938 acudió Salvador Dalí para hacerle un retrato. Tuve el privilegio de tomar el té con lady Anne Freud, hija del psicoanali­sta, que era una vecina más del barrio.

A través de las célebres lápidas azules que te encuentras en los últimos rincones de la inmensa ciudad, supe que en Hampstead, además del líder laborista Michael Foot y el actor Peter O’toole, habían morado Friedrich Engels, Charles Darwin, Benjamin Disraeli, Charles Laughton, el general De Gaulle, Dylan Thomas, George Orwell, Rabindrana­th Tagore, Edward Elgar y muchos otros. Con Michael Foot, gafas gruesas, cabellera blanca y bastón de anciano, coincidimo­s en ocasiones en el autobús que nos conducía a Westminste­r. Sospeché entonces que nunca sería primer ministro. Los sabios no suelen abrirse paso en la política en Inglaterra.

Londres ha sido uno de los lugares en que los marxistas se han encontrado más a gusto, a pesar de que los ingleses siempre han considerad­o el comunismo una forma inaceptabl­e de gobierno. Pero tanto Lenin como Trotski y Marx son recordados en varios puntos de la ciudad con la lápida azul correspond­iente. Virginia Woolf, John Maynard Keynes, Bertrand Russell y Ludwig Wittgenste­in constan con sus lápidas correspond­ientes en el barrio de Bloomsbury.

Barcelona ha enterrado en el anonimato el lugar concreto de las pisadas de personajes célebres que han nacido, vivido o muerto en la ciudad. Lluís Permanyer tiene un libro de referencia, Mil testimonis sobre Barcelona, en el que cita figuras como Victor Hugo, Stendhal y André Breton. En la euforia de los Juegos Olímpicos de 1992 se incluyó en la Olimpiada Cultural el proyecto de recordar con placas reglamenta­das a tres tipos de personas o hechos históricos. Josep Maria Carandell se encargó de los arquitecto­s, Josep Maria Huertas Claveria de los hechos históricos y Permanyer de casas donde hubieran nacido, vivido o muerto celebridad­es. En el plan constaban unas doscientas personas o lugares. Solo se realizaron del todo los de Carandell.

Hace unos meses se inauguró una lápida azul en la casa de la plaza de Sant Gregori donde vivió Gil de Biedma. Si queremos atraer un turismo cultural y no cervecero, sería bueno resaltar que en el hotel Majestic se cobijaron durante la guerra Antonio Machado, García Lorca y Hemingway. También Paul-henri Spaak, el político belga perseguido por los nazis, que sería uno de los padres de la Unión Europea. ¿Qué costaría recordar que en el entonces hotel Colón, en la plaza Catalunya, se hospedaron Einstein, Churchill y Manuel Azaña, entre otros? ¿Y una señal en recuerdo del conspirado­r y perverso cónsul soviético, Antónov-ovséyenko, historiado por Andreu Claret?

Transitand­o por la calle Muntaner tengo curiosidad por saber en qué lugar exacto fueron asesinados los hermanos Badia, de Torregross­a, de Estat Català, antes de que estallara la guerra. O en qué punto de la Rabassada fue abatido el periodista Josep Maria Planes por milicianos anarquista­s. O en qué número de la calle Aragó residió mucho tiempo Verdaguer. La memoria colectiva de una ciudad tan cosmopolit­a, abierta y universal como Barcelona no debería depender del criterio de una comunidad de vecinos.c

La memoria colectiva de una gran ciudad no debería depender del criterio de una comunidad de vecinos

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Mavi Jurio
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