“Hacer una novela de crecimiento femenina, trans y obrera es posible”
Dramaturga, debuta como novelista con ‘La mala costumbre’
La mala costumbre empieza con una muerte (de un yonqui joven) y acaba con otra, pero entremedio está atravesado de vida. El libro, que marca el debut en la novela de Alana S. Portero, medievalista, dramaturga, articulista y exlibrera, llega envuelto en el celofán de los grandes sucesos literarios. Fue uno de los superéxitos en la pasada Feria de Frankfurt, cuando se vendieron los derechos a 11 lenguas. Ella insiste en que su novela es una “cosa muy pequeña”, la historia de una niña del barrio de San Blas con “cara de medallita” que va buscando su propia genealogía, primero en su barrio y después en el centro de un Madrid que le queda muy lejano.
Se habla a menudo de que las narrativas queer no deben ser solo trágicas. ¿Le preocupaba encontrar el tono adecuado?
Lo que sí tenía claro es que no quería escribir una tragedia. Es una historia que incluye tragedia, pero como cualquier historia humana. No creo que en la novela la relación entre lo queer y la muerte esté tan unida. De hecho, las muertes de la novela, la primera y la muerte de una de las travestis que aparecen, se dan más por una cuestión de pobreza y malas condiciones de vida que por una cuestión queer. Toda la novela tiene una estructura de épica griega, la protagonista se va encontrando con figuras oraculares a las que confiesa algo o que le devuelven algún tipo de sabiduría, y el final era como la sustitución. Se convierte ella en el oráculo al morir ese primer oráculo que le aterra.
La narradora se topa con un grupo de prostitutas trans a las que convierte en sus mayores. Cuando se cuentan las vidas de estas mujeres trans que trabajan en la calle, su historia, su tradición, su genealogía, la genealogía travesti, hay algo muy bestia. Una no puede hacer turismo en ese mundo ni lo puede pretender, por mucho que haya algo en común, que es lo trans. Es un mundo femenino maravilloso con una gran concentración de sabiduría de la que la protagonista necesita formar parte.
Hay un episodio de violencia física, que el lector vive con anticipación y cierta angustia.
Está contado de una manera que lo veas venir porque esa es la experiencia femenina. De alguna manera, aunque sea soterrada, esa violencia la vas a acabar sufriendo sí o sí. Y está narrado de una manera en la que tú acompañes a la protagonista y tengas que estar con cien ojos, vigilando por donde va por la calle, que es lo que nos pasa.
En el libro hay esta tensión continua entre centro y periferia.
Y ese ataque justo sucede en una zona de clase opuesta. Me apetecía marcarlo de una manera deliberada, que sea violencia está relacionada con la clase. Los desplazamientos son clave en la novela porque eso me permitía contar Madrid. Quería escribir una carta de amor a mi ciudad, que está en horas bajas, pero yo la quiero mucho. Con los desplazamientos intentaba unir lo geográfico con lo íntimo. Adentrarse en terrenos desconocidos tiene sus peligros, y quería contar esa experiencia femenina: una no puede andar por la vida con la misma tranquilidad siendo un hombre o una mujer. También se trata de contar la gestión del armario. En el armario, la violencia está en ti. Cuando sales, está fuera.
Hay una gran ternura y comprensión hacia los padres de la narradora. Su relación está tejida de silencios.
Esto me obsesionaba contarlo bien, cómo se comunica un grupo de personas cuando no se puede comunicar. Aquí tiene mucho que ver la clase, cuando los padres se pasan la vida trabajando y no pueden dedicar todo el tiempo a sus hijos, el amor está en bruto, se despliega de una manera sin espacio para matices. La comunicación es más simbólica que verbal: no te puedo entender, no tengo las herramientas, pero vamos a demostrarnos que estamos los unos para los otros.
¿Cómo está digiriendo el éxito previo de la novela?
A mí me ha cambiado la vida. Ha sido inesperado y muy rápido, y es algo con lo que yo no había soñado. Saber que en un par de años no tendré que preocuparme por pagar el alquiler es un privilegio alucinante que jamás en mi vida había pensado tener.
¿Es la historia que le hubiera gustado leer a los 15 años? No había muchas narrativas así, y si las había no pasaban en San Blas. Claro que me hubiera gustado. Siempre digo que conocemos literariamente Brooklyn mejor que San Blas. Al final un referente es un referente. En nuestra adolescencia nos marcan las novelas de crecimiento, y hubiera sido fantástico trasladarlas a esas coordenadas de clase e identidad, demostrar que se puede hacer una novela de crecimiento femenina, trans y obrera.c
La asunción “En el armario, la violencia está en ti; cuando sales, la violencia está fuera”