La Vanguardia

Demasiadas casas

- Delia Rodríguez

en mi primer hogar, el de mis padres, viví 17 años. en Madrid fui a parar a un piso de estudiante­s del que no consigo recordar ni la existencia de luz natural ni la de un salón. Después, en la casa del retiro, corrimos peligro de intoxicaci­ón –por las estufas de butano– y de derrumbe –por lo ilegal de la construcci­ón–, pero éramos felices y nos visitaban los gatos del parque. Durante la época de Ventura de la Vega trabajaba de noche, así que me dio igual que el colchón estuviera en el suelo. Fueron los años de comprar el

Segundaman­o de papel y llamar a las siete de la mañana, porque a las ocho no quedaban pisos. los dos sitios de más allá de cuatro caminos estaban reformados, y eso es lo mejor que se puede decir de ellos.

Viví en el barrio de salamanca por, creo, un error de la empresa Municipal de alquiler. allí aprendí que el confort se parece mucho a la felicidad. ese fabuloso piso público acabaría vendido a un fondo buitre.

el estudio del centro de València me gustaba, pero ahora nadie puede vivir allí, y tampoco en los tres apartament­os del barrio de las letras de Madrid que vinieron después. el alquiler turístico, el ruido y la especulaci­ón me enseñaron que no se les puede coger cariño a los barrios bonitos. cuando necesité dormir me fui lejos, cerca de un parque. era caro, pero al menos pude ir por primera vez andando al trabajo.

la casa del pueblo de soria que nos alojó a la vuelta de ee.uu. (tres viviendas más ahí) sigue siendo un paraíso aislado. la de la corta temporada en Málaga estuvo muy bien, no quiero imaginarme cuánto costará ahora. la penúltima, cerca del rastro, era un desastre, pero su terraza nos salvó en la pandemia. Desde hace un par de meses vivimos en la última, la que nos hemos comprado, un poco lejos de todo, allí donde el mercado ha decidido.

a lara Moreno en su estupendo ensayo Deshabitar le salen doce, andrea Bajani cuenta varias decenas en

El libro de las casas. yo no sé si incluir también las estancias en Parla, londres, atenas o aichi, la residencia de estudiante­s, la del primer novio que vivía en lavapiés o la del último novio que también vivía en lavapiés.

en cualquier caso da igual. lo que me pregunto es cómo hubiera cambiado mi vida si mientras yo creía que elegía mi rumbo libremente, alguien hubiera arreglado el problema del alquiler.c

Desde hace un par de meses vivo un poco lejos de todo, allí donde el mercado ha decidido

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain