Por tantas razones
HASTA hace un tiempo no muy lejano, yo era una de esas personas que sabía sobre la actividad de la Iglesia católica por las informaciones de los principales medios. Las polémicas de la institución me las sabía todas, pues a menudo, y especialmente en el caso de la Iglesia, las buenas noticias no son noticia. Así fue hasta el día que tuve la oportunidad de conocer lo que se hace en las 22.900 parroquias de nuestro país, en los 132 centros de promoción para la mujer o en los 6.300 proyectos que ayudan a mitigar la pobreza. Ese día me cambió totalmente la mirada.
Los datos son incontestables y tocan el corazón. Tanto que, desde que conocí lo que hace la Iglesia cada día en España, tanto a nivel social como pastoral, mi familia, muchos amigos, compañeros de la empresa y yo mismo nos planteamos la posibilidad de colaborar. Por un lado, decidimos marcar (y contarlo a tantos como pudiéramos) la casilla de la Iglesia en nuestra declaración de la renta. Pero dado que ese gesto no nos supone ningún coste (cuestión que tanta gente sigue sin conocer), decidimos colaborar con asociaciones como Cáritas, la Comunidad Sagrada Familia de Trillo, los Retiros de Emaús y Effetá o con la parroquia de San Juan de Dios de Vallecas. Una de las cosas que más llama la atención a quien descubre el verdadero rostro de la Iglesia es cómo se ayuda a todas las personas, sin exigir ni recriminar nada. Sin juzgar. Bajo mi punto de vista, es una de las apuestas más «progres» y audaces de nuestro tiempo, en una sociedad cada vez más polarizada, con más «ismos» (individualismo, materialismo…) en la que abunda el conmigo o contra mí, en lugar de promover relaciones auténticas de hermandad o, en palabras del papa Francisco, una verdadera «cultura del encuentro». En este momento de la historia parece claro, como dijo el papa Benedicto XVI, que «lo que nuestro corazón desea es lo bueno y bello de la vida. No permitáis que vuestros deseos y anhelos caigan en el vacío». Pues no lo permitamos, por tantos que merecen y necesitan nuestra ayuda. ¿Nos implicamos?