Al servicio de la fraternidad en un mundo dividido
La Iglesia, a través de personas concretas, se hace cercana a los más necesitados y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, creyentes o no, que necesitan sentirse miembros de una comunidad, de un pueblo, en el que todos somos hermanos.
En el año 2020, la encíclica Fratelli tutti del papa Francisco advertía sobre el retroceso de nuestro mundo con respecto a los sueños de unidad y paz que brotaron en la humanidad después de la II Guerra Mundial. Su voz profética resuena en este 2023 en el que asistimos a un conflicto bélico en el corazón de Europa, en el que la polarización ideológica y la división política alcanzan niveles alarmantes, y en el que el egoísmo campa a sus anchas en nuestros pueblos y ciudades.
En este clima aparentemente descorazonador, la Iglesia católica toma por bandera la llamada de Fratelli tutti a trabajar por el bien común, a generar procesos que nos lleven a crecer en fraternidad y amistad social. El Papa se refiere a ello como «la capacidad cotidiana de ampliar mi círculo, de llegar a aquellos que espontáneamente no siento parte de mi mundo de intereses, aunque estén cerca de mí».
La Iglesia se hace cercana a los más necesitados y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, creyentes o no, que necesitan sentirse miembros de una comunidad, de un mundo en el que todos somos hermanos. A través de la educación, de la atención social, del fomento de la cultura, del cuidado de su patrimonio, de la creación de tejido comunitario, de la comunicación de valores, de la celebración de la fe, la institución pone luz a las sombras de un mundo cerrado.
«Vemos nacer comunidades en las que se vive el amor y la unidad» Juan Ignacio Guerrero e Isabel de Oliva (Málaga). Matrimonio misionero en Costa Rica
Hace casi veinte años que este matrimonio malagueño hizo las maletas, dejó su trabajo (director de colegio él, médica pediatra ella) y partió con sus entonces siete hijos a vivir junto a los más pobres de los barrios del sur de San José, la capital de Costa Rica. En aquel ambiente de delincuencia, - raron con las Carmelitas Misioneras a desarrollar un complejo educativo desde el que trabajan aún hoy por un mundo más fraterno. «En estos barrios explican abundan las familias desestructuradas y las situaciones de violencia y abandono. Nuestra tarea es hacernos cercanos, para que las familias destruidas puedan redescubrirse como personas, curar sus heridas y reconstruir el tejido intrafamiliar dañado. Y es que, si las familias no tienen bases sólidas, a los chicos se los comen las drogas y la violencia». Su labor evangelizadora se completa con el servicio que realizan como catequistas en varias parroquias.