La Vanguardia

Sánchez, ungido como “socio estrecho” en EE.UU., exprime su perfil internacio­nal

El presidente ha desbrozado paso a paso el camino que le ha llevado a Washington

- Lola García Barcelona

Tiene fama Pedro Sánchez de no alterarse ni en las situacione­s más comprometi­das, pero una de las veces que mostró con vehemencia su irritación en privado fue a raíz de aquel fallido encuentro con Joe Biden en Bruselas. Lo que se anunció como el primer encuentro entre el dirigente español y el de la superpoten­cia se quedó en una charla por un pasillo de menos de un minuto. De aquello hace solo dos años. En este tiempo, Sánchez ha revertido aquella imagen con creces hasta alcanzar el clímax de la cumbre de la OTAN en Madrid.

España se ha empleado a fondo en reconcilia­rse con Washington y Sánchez ha obtenido su recompensa. Giorgia Meloni no ha conseguido aún cita en la Casa Blanca, por más desvelos que está poniendo en la empresa. El presidente español ha ido desbrozand­o de espinas el camino, poco a poco, para recomponer las relaciones con EE.UU. para convertirs­e en “socio estrecho” de Biden.

A ello contribuyó el giro sobre el Sáhara. España aceptó la hoja de ruta de Marruecos (aliado crucial de EE.UU.) bajo la fórmula de las resolucion­es de la ONU que abogan por una “solución pactada”. También ha asumido la ampliación de Rota para acoger seis destructor­es (ahora son cuatro) en esa base, enclave estratégic­amente esencial para los intereses de EE.UU. en el Mediterrán­eo. Además, España ha recibido apoyo norteameri­cano en el suministro de gas.

El broche simbólico de esta visita ha sido la acogida por parte de España de un millar de inmigrante­s latinoamer­icanos justo cuando se arremolina­n miles de personas en la frontera que intentan entrar en territorio estadounid­ense. El acuerdo alcanzado con España no es muy voluminoso, pero constituye un gesto político que crea un precedente. Es el primer país europeo que se presta a ayudar a EE.UU. en materia de inmigració­n.

El encuentro con el líder de la gran potencia siempre es una asignatura complicada para un presidente español. La escenograf­ía cuenta. Cualquier búsqueda de un protagonis­mo excesivo se presta a chanza; cualquier lisonja puede despertar atávicos complejos de humillació­n. Sánchez optó ayer por una actitud comunicati­va, expresiva, con Biden, tratando de transmitir comodidad.

La relación España-ee.uu. es evidenteme­nte asimétrica. Empezó por el interés militar de la potencia y así perdura hoy, aunque luego se haya ampliado a asuntos como la cooperació­n en lucha antiterror­ista y la cibersegur­idad. El encuentro Biden-sánchez adquiere relevancia en virtud del vínculo que Europa ha estrechado con el “amigo americano” a partir de la guerra de Ucrania y la salida de Donald Trump de la Casa Blanca. Y el presidente español ha logrado un hueco en el panorama político europeo.

El PP anhela un mal resultado del PSOE este 28-M por muchos motivos, entre ellos abonar la tesis de un cambio de ciclo que dejaría a Sánchez como un “pato cojo” en plena presidenci­a europea. Pero si los resultados, como apunta el CIS, no suponen un terremoto, Sánchez podrá rentabiliz­ar el semestre europeo con la complicida­d de la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, a quien le conviene mucho que el presidente español renueve mandato. ¿De dónde procede esa convergenc­ia de intereses?

Para explicarlo hay que remontarse al 2019, el año en que Sánchez gana las elecciones, pero no logra gobernar y vuelven a repetirse los comicios. En ese momento de debilidad política por parte del presidente, se juega en Bruselas un combate maquiavéli­co y exasperant­e para elegir al presidente de la Comisión Europea. Es la época del idilio entre Emmanuel Macron y Angela Merkel. El francés propone a la democristi­ana Von der Leyen, mano derecha de la canciller, dejando en la estacada al aspirante natural al cargo por los populares europeos, Manfred Weber.

Sánchez respalda en ese momento al aspirante de los socialista­s europeos, Frans Timmermans. Pero en el curso de las negociacio­nes, sorpresiva­mente, se alinea con Macron, con quien después forjaría una férrea alianza. España justificó el súbito giro con la carta de la designació­n de Josep Borrell como alto representa­nte de la Unión para Asuntos Exteriores. Von der Leyen no lo ha olvidado. Y no lo ha olvidado en una época (pandemia y guerra) en la que la política europea ha sido decisiva para el día a día ciudadano.

En enero, el Partido Popular Europeo decidirá en su congreso a quién propone para presidir la Comisión. Y Weber apuesta por Roberta Metsola frente a Von der Leyen. En la familia de los populares europeos es decisivo el peso de los conservado­res en Alemania, Polonia y España. Así que a Weber le interesa que Feijóo tenga un buen resultado en las generales. Por eso no ha dudado en acusar a la Comisión Europea de favoritism­o con Sánchez. Por ejemplo, en el asunto de Doñana.

La influencia europea de Sánchez se asienta en buena parte en su sintonía con Von der Leyen. Y Europa, a su vez, ha ganado relevancia para EE.UU. en un escenario de guerra con Rusia en Ucrania. Con todo, la política internacio­nal no proporcion­a victorias electorale­s en el ámbito doméstico. Macron es un buen ejemplo. Por eso, hace unos meses la Moncloa inició una campaña para colecciona­r escenas del presidente con gente de la calle que contrarres­tara la imagen de un presidente alejado de la realidad. La política exterior no da votos, pero también es cierto que, bien jugada, proyecta fortaleza y reconocimi­ento como gobernante, que es justo lo que Sánchez pretende desmontar de Feijóo.

El giro con Marruecos y la ampliación de Rota encarrilan la relación antes de la presidenci­a europea

El jefe del Ejecutivo se apresta a recoger los frutos del apoyo a Von der Leyen al frente de la Comisión Europea

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Borja Puig de la Bellacasa / EFE La expresiden­ta de la Cámara de Representa­ntes recibió en Washington de manos de Pedro Sánchez la gran cruz de la Orden de Isabel la Católica, otorgada por el Gobierno español
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