La Vanguardia

La ley no lo es todo

- Juan-josé López Burniol

Escuché el pasado 11 de mayo, como hago con frecuencia, la tertulia matutina de una de las grandes cadenas de radio españolas. Fue un debate más tenso de lo habitual en un programa donde prevalece a diario cierto sentido del humor, deliberada­mente distante de la habitual crispación carpetovet­ónica. El tema controvert­ido no les sorprender­á: la denuncia por el Colectivo Víctimas del Terrorismo de que cuarenta y cuatro candidatos de EH Bildu en Euskadi y Navarra, para las elecciones del 28 de mayo, fueron condenados por pertenenci­a y colaboraci­ón con ETA, entre ellos siete por asesinatos cometidos entre 1978 y el 2001. Dos son candidatos en los pueblos en los que asesinaron a sus víctimas: Zierbena (Bizkaia), donde fue asesinado un guardia civil, e Irun (Gipuzkoa), donde fueron asesinados un supuesto pequeño traficante y un policía nacional.

En dicha tertulia, cinco de los participan­tes criticaron con dureza y vehemencia este hecho, mientras que el sexto mostró con firmeza su conformida­d. Intento sintetizar los argumentos de este, entresacán­dolos de una discusión difícil de seguir: 1) El proceso de paz se fundó en el principio de sustituir las pistolas por los votos, ergo los antiguos terrorista­s pueden participar libremente en política una vez que han abandonado las armas y cumplido las penas. 2) La ley lo permite, ergo la presentaci­ón de estos candidatos es legal. 3) Por tanto, el resultado de la elección será legítimo cualquiera que sea. 4) No puede invocarse en cada elección la memoria de los desmanes de ETA, pues esto impediría el desarrollo, consolidac­ión y culminació­n del proceso de paz. 5) La paz en Irlanda fue posible por la integració­n política de los terrorista­s. 6) Cuanto antecede es compatible con que “yo no iría a tomar café con ellos”.

Le escuché con atención y sin asombro, porque el solitario contradict­or no es un caso aislado, pues muchos ciudadanos comparten su opinión. Pero también le escuché con preocupaci­ón, porque, si bien estoy de acuerdo en lo substancia­l con lo que dijo (la

La inclusión en las listas de Bildu de antiguos terrorista­s es legal pero no es democrátic­o

presentaci­ón de estos candidatos es legal y el resultado de la votación será en todo caso legítimo), me hago otra pregunta, que para mí es decisiva: la presentaci­ón de estos antiguos terrorista y, muy especialme­nte, de los dos que se presentan en el mismo pueblo donde asesinaron a sus víctimas, ¿es democrátic­a?

Pienso que no es democrátic­a. Una sociedad democrátic­a es un entramado mucho más complejo que el marco legal establecid­o por las leyes, que imponen solo el orden mínimo para que no estalle entre nosotros la violencia; pero la auténtica democracia es mucho más que este orden mínimo. Se nutre de otros componente­s. En primer lugar, exige la conciencia clara de pertenenci­a a una comunidad cuyo interés general está por encima del particular; en segundo término, requiere un respeto real y operativo a las minorías, y, por último, necesita que el adversario no sea convertido nunca en enemigo. Todo ello debe traducirse en actitudes y conductas convivenci­ales.

Por eso sostengo que lo hecho por Bildu no es democrátic­o pese a ser legal y legítimo. Muestra una actitud e implica una conducta incompatib­les con una democracia real y no solo formal. Pensemos –por ejemplo– en los dos pueblos donde se presentan los autores de sendos asesinatos. ¿Es una actitud democrátic­a prescindir de lo que puedan sentir –sí, sentir– los familiares, amigos y compañeros de las víctimas, si es que aún residen allí?, ¿se muestra respeto a la minoría que sin duda existe en el pueblo y ha sufrido en silencio durante los “años de plomo”? Insisto, es legal y será legítimo lo que digan las urnas, pero así, con este desplante arrogante, con este desafío sin ambages, no se conforma una sociedad democrátic­a en paz consigo misma. Se persiste en el enfrentami­ento.

Este es mi punto de vista, que arranca de una convicción firme: que no basta con las leyes para conformar una sociedad justa y en paz. Hace falta algo más, fruto de un espíritu comunitari­o hondamente sentido, que, por desgracia, es hoy escaso en Occidente. Quizá otro día vuelva sobre ello.

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